LA NACIÓN / Mariela Arias.-
EL CALAFATE.- En Santa Cruz, el inusual rigor del invierno, la infraestructura deficiente y las enormes distancias entre las localidades, pusieron en evidencia las dificultades de vivir lejos de todo. No fueron solo la nieve y el invierno, sino también fallas crónicas las que provocaron la suspensión de clases, el corte de rutas, la falta de agua potable, e incluso la escasez de medicamentos. En ese contexto, productores, peones, alumnos, médicos y enfermeros intentan seguir adelante con su vida y sus sueños.
¿Cómo se vive entre el rigor del clima, el temor a perder la hacienda y la sensación de estar atrapados en un pueblo sin poder salir durante días?, ¿Cómo se supera la falta de medicamentos o de internet? ¿Se puede producir, crear, crecer en ese contexto?. Son algunas de las preguntas que guiaron la charla con diferentes habitantes de lugares recónditos de la provincia con LA NACION.
Desde que las rutas quedaron cortadas, la provincia desplegó el Comité de Operaciones de Emergencia, que ya realizó 300 misiones. El Ejército Argentino instaló bases de emergencia en todo el territorio para asistir a los productores; salió de sus lugares habituales y puso la maquinaria al servicio de los civiles. Se montaron frentes y bases de emergencia en Tapi Aike, Gobernador Gregores, Puerto San Julián, Perito Moreno, Piedra Buena, Las Heras y Río Gallegos. Allí se desplegó a 203 agentes que operan 88 vehículos a oruga y rueda, cuatro helicópteros y tres aviones Twin Otter.
LAGO POSADAS: Un médico para más de 500 personas
Luis Ivimas tiene 32 años, es médico generalista y desde hace cuatro es el único que atiende las dolencias de los más de 500 habitantes de Lago Posadas. Dice que ya los conoce a todos, incluidos los peones rurales, a quienes censó hace dos años. Habla con amor del pueblo que le abrió sus brazos, detalla las dificultades de no contar con una farmacia y explica cómo cuida la salud del pueblo que atraviesa un aislamiento, con o sin nieve.
“Mandar a un paciente aquí a comprar un medicamento, es mandarlo a una farmacia a 200 km a Perito Moreno, por eso tratamos de mantener un stock en el puesto sanitario, para atender las emergencias y derivar los casos más complejos”, detalla Luis, quien nació en Barcelona, Venezuela, donde el clima caribeño dista mucho de la crudeza del invierno patagónico.
Llegó en la pandemia a Santa Cruz, y por sorteo le tocó el pueblo enclavado en la cordillera, a 70 km de la frontera con Chile. “Si bien a la consulta puede llegar cualquier cosa, yo las atiendo y en caso necesario les sugiero que vean un especialista”, dice aunque sabe que para eso, el paciente deberá viajar 200 km, hasta llegar a un hospital. “Lo más complicado para tratar es la parte psicológica, porque el lugar y el clima llevan a la gente a ser más solitaria, o bien a quedarse encerrada”, detalla el médico, que aquí conoció la nieve y se acostumbró al frío. Dice que ya no soporta el calor del verano.
BAJO CARACOLES: El puestero que le cantó al gobernador
“Bajo Caracoles, pueblito lejano, perdido en la pampa y la soledad… la ruta 40 te pasa a un costado, eterna viajera que pasa por el lugar”, canta con más emoción que afinamiento, Modesto Luna, 75 años, criancero de la Estancia Bajo Pellegrini, gorro de lana negro calzado hasta las orejas y pullover rojo. Con atención, lo escucha otro hombre al lado de la cocina a leña. Fue a buscarlo para que deje el puesto y se ponga a resguardo. Pero ni el cargo de gobernador le alcanzó a Claudio Vidal para convencerlo.
El reino de Luna, de chapa amarilla en medio de la estepa, se vio revolucionado con la llegada de un carrier del Ejército Argentino con abrigo, víveres y forraje. Más aún, cuando del vehículo militar salió Vidal. Pero ni la comisión de rescate, ni Vidal pudieron persuadirlo para que abandonara su puesto de la estancia. No era la primera vez que la comisión de rescate llegaba a buscarlo: una historia que se repite en muchos lugares en estas semanas de nieve y blanco.
Modesto, como muchos puesteros, recibieron agradecidos la visita, la ayuda y la compañía. Vidal pasó por la estancia como parte de la recorrida que hizo en las áreas más complicadas por la nieve en la provincia. Charlaron, el hombre le interpretó una canción campera y se despidieron con un abrazo.
GOBERNADOR GREGORES: De París a la estepa.
Los estudiantes Lisandro Sanhueza, Darian Pacheco y el profesor Martín Kaschewski, de la Escuela Agropecuaria de Gobernador Gregores, a 333 km al norte de El Calafate, tenían previsto volver de las “Ovinpiades” de París, un certamen mundial relacionado con la producción y el manejo del ganado ovino, cuando las rutas se cortaron por la nieve y debieron demorar el regreso.
Los estudiantes fueron dos entre los 29 jóvenes de países productores ovinos que participaron de la copa del mundo de los pastores, “La verdad fue una experiencia única e inolvidable. cosas que jamás habíamos visto, vine con varias ideas en mi cabeza que espero se puedan implementar en nuestra escuela y en la provincia”, cuenta Lisandro, de 18 años, en un alto de sus vacaciones, que aprovecha para ir al campo a trabajar con las ovejas. Dice que el invierno es su estación favorita. No sufre la nieve, sólo lo preocupan las rutas cortadas que le impiden llegar al campo.
“Llegar a Francia y compartir con los demás participantes de distintas partes del mundo fue increíble. A muchos de ellos les llamaba la atención el lugar de donde veníamos, la Patagonia”, detalló Lisandro. Kaschewski, el profesor que los guió en la aventura, dice que pudieron conocer sistemas de producción muy eficientes en comparación con los sistemas argentinos. “Los productores reciben ayudas gubernamentales. Más si crían razas originarias del lugar”, detalló.
TRES LAGOS: El pueblo que no tiene red celular
En Tres Lagos, 172 km al sur de Gobernador Gregores, a Romina Clarotto le preocupa la falta de medicamentos. Asegura que los remedios llegan en cuentagotas y los cuadros respiratorios se agudizaron con el invierno intempestivo. Ella es enfermera, su esposo chofer de la ambulancia, ambos trabajan en el puesto sanitario, un edificio pintado de azul ubicado sobre la Ruta Nacional 40, la calle principal del pueblo, sobre la que se encuentran todos los edificios: la policía, la Gendarmería, la escuela, la Comisión de Fomento, el juzgado.
Romina tiene 45 años, nació en Margarita, Santa Fe, y hoy no cambia el frío por el calor húmedo del norte santafesino. “Nos falta medicación y aquí no hay farmacia, nos estamos quedando desabastecidos,”, detalla. “Hoy no tenemos ni ibuprofeno ni paracetamol”, detalla la mujer que asegura que los faltantes no son por el clima.
Por la nieve, allí también se suspendieron las clases en los momentos más duros del invierno. El pueblo depende del gas licuado y por las rutas intransitables no llegaba el camión zepelín. Los maestros organizaron clases virtuales: es qué si bien no hay red móvil de celular, todos los hogares cuentan con fibra óptica que les garantiza internet desde hace dos años. “Fue una inversión privada que me llena de orgullo”, aseguró Sebastián Souto, de SS Servicios, la empresa que garantiza que el pueblo esté conectado al mundo.
ESTANCIA RUPAI PACHA “No estoy dispuesto a que se muera ni una oveja”
Pablo Stürzenbaum es médico veterinario, productor agropecuario. Está enfocado en la ganadería regenerativa y el manejo holístico de pastizales. Hace un mes está en Rupai Pacha, la estancia de la familia ubicada al oeste de Tapi Aike, en la zona donde la nieve tiene ribetes de catástrofe. “Esta es nuestra trinchera”, le dice a LA NACION por teléfono. Es de noche, el único momento en que se detiene a descansar. Su familia está en Río Gallegos, pero él se instaló en el campo dispuesto a seguir palmo a palmo su hacienda.
Sus padres, Hanz y Marta, poblaron Rupai Pacha en 1973, luego sumaron Achalay, una estancia al pie del cordón de los Baguales, en el límite con Chile. Allí tiene cinco puesteros y estuvo semanas sin poder ingresar. Sigue la situación con preocupación, pero con la conciencia de haber trabajado durante años en un protocolo para casos de emergencias que ahora cumple a rajatabla, después que en 1995 perdieran todos los animales.
“Armamos un plan de contingencia ante este tipo de eventos. Estamos preparados, aunque no para tanta intensidad: con pellet, forraje, alimento balanceado, tractores encadenados, motos de nieve funcionando”, detalla el veterinario. Asegura que uno de los puntos del protocolo indica que cuando empiezan estos eventos, las ovejas deben comer lo antes posible.
La dificultad de acceso a los campos es la principal debilidad que marca el productor, que destacó el rol del Ejército Argentino en estas duras semanas para el campo. “Es fundamental lo que está pasando que, en tiempos de paz, estemos codo a codo con el Ejército es muy valorado por el mensaje que están dando a la sociedad”, dice el productor de una cabaña merino multipropósito, proveedora de genética y de carneros y ovejas madres para otras estancias.
“La situación te pone a prueba el físico y la cabeza, tenés que tomar todo el tiempo decisiones, y los escenarios son tan cambiantes. No estoy dispuesto a que se muera ninguna oveja”, asegura con firmeza.
AISLADOS EN UNA SALINA Mensajes de esperanza por la radio
“Yo llegué a pensar lo peor, pero nunca perdí las esperanzas. Fueron a hacer una changa a las salinas por una semana, los agarró el temporal y ya no los pudieron sacar. Pasaron tres semanas ahí adentro”, cuenta Andrés Miranda. Su hijo Juan, de 24 años, junto a dos amigos y un puestero fueron protagonistas de uno de los rescates más dramáticos desde que empezó el temporal de nieve.
Juan Miranda, sus dos amigos, Víctor López y Luis Godoy, y el puestero, Gaulo de María, pasaron tres semanas aislados cuando una nevada inesperada clausuró el camino de ingreso a la Salina Berrini. Se les acabó el gas y recurrieron a los pallets para mantener el calor. Alimento no faltaba, pero las comunicaciones se cortaron y los cuatro quedaron incomunicados en el campamento.
Andrés Miranda, desesperado cuando perdió el contacto con su hijo, recurrió a un amigo locutor, y desde allí cada día les mandaba mensajes en el espacio destinado a Mensajes para el Hombre de Campo para mantener el ánimo. “Soy Andrés Miranda, para la Salina de Berrini, tengan paciencia que entre el sábado y el domingo los van a ir a buscar con helicóptero”, decía. Los jóvenes escuchaban pero no creían que eso fuera a ocurrir. Cuando lo rescataron, Juan tenía principio de hipotermia y agua en los pulmones. Tuvo que ser atendido por los médicos antes de subir al helicóptero para abrazarse con su padre.
El drama de vivir sin agua potable
Mirtha Behm descubrió en la cocina una salida laboral muy requerida en Puerto San Julián. Prepara viandas saludables que promociona y vende a través de WhatsApp y en su local comercial. La nieve no hizo más que empeorar un mal crónico en la localidad: el acueducto que lleva agua potable se rompe en cada estación.
“Si bien yo siempre busco soluciones, no es fácil. Tengo que comprar agua mineral para cocinar”, detalla la mujer, que crió tres hijos sola y aún sostiene los estudios del más joven, en Puerto Madryn, Chubut. “Desde que tengo uso de razón, el agua fue un problema. Supuestamente con el acueducto eso iba a estar solucionado”, dice. Pero la solución no llega.
“Hay mucha gente que la pasó muy mal. De no poder bañarse durante una semana. Se suspendieron las clases por falta de agua”, se queja. Mientras transcurre la charla telefónica los operarios de Servicios Públicos trabajan a contrarreloj en la reparación del acueducto, que se rompió cinco veces en dos semanas. Para llegar a los lugares de la rotura, se debió recurrir al helicóptero del Ejército, porque la nieve impedía el acceso a los campos.
Desde el gobierno provincial aseguran que las fallas en el acueducto son producto de la corrupción de los gobiernos kirchneristas. "La calidad de las válvulas de aire que se certificaron en la obra no está. Este es un caño que se usaba hace 20 años atrás y ahora no se utiliza más", explicaron en un comunicado.