Me gustan los tulipanes, los encuentro bonitos y elegantes, me gusta especialmente el color intenso, la textura entre sedosa y aterciopelada. Cada año, cuando florece el primero en el jardín me alegro otra vez. Mi abuela decía que uno cansa a las flores si las mira mucho: mis tulipanes están cansados.
Y sí, en noviembre ya vemos todo verde y se siente en el aire la frescura y el vigor de la temporada. El nombre ‘verde’ está emparentado con ‘vigor’ y curiosamente también con ‘verdugo’ por la rama cortada verde del árbol con la cual se daban los azotes. Es un color de muchas combinaciones, con las personas para compararlas con la inmadurez de las frutas, con los chistes para resaltar un tono indecente, con la luz para indicar que se puede avanzar, con un espacio donde los niños pueden jugar y con el té cuyas hojas fueron tostadas aún frescas.
El jardín, ese tesoro que nos deleita tanto a estas alturas del año es uno de esos nombres prestados, el francés nos lo dio y cuenta su etimología que está emparentado con yard, el patio de los ingleses; en cambio nuestro patio está vinculado con ‘pacto’, parece ser que se debía pactar el uso de ciertos terrenos sin edificar y de ahí se fue formando la manera de nombrar al solar en el que no tenemos nada construido en nuestras casas.
Volviendo al verde, sugiere lo vigoroso y también lo ‘fresco’, que nos viene del alemán para hablar de lo nuevo, joven o atrevido; es que algo de todo eso está implícito en la primavera que empieza el 21 de septiembre pero sabemos que definitivamente llegó cuando afuera nos asaltan los perfumes y los colores. Primavera no es más que algo así como la ‘primera parte del verano’; es decir que tenemos una ‘prima-vera’ y a continuación un ‘verano’.
Los perfumes, ya que estamos, son esa sustancia que aromatiza y que forma familia con el humo y con fumar. Recordemos que la f y la h son versiones distintas de una misma letra, un hecho que solo tenemos en el español: así nos encontramos con ‘hambre’ (fame en italiano y fome en portugués) y ‘famélico’, ‘hijo’ (figlio en italiano y filhio en portugués) y ‘filial’. Entonces, humear y fumar son etimológicamente la misma cosa y perfume es una sustancia para hacer humo, uno en particular, uno aromatizado.
Los tulipanes, que de ellos iba a hablar, deben su nombre al parecido de su forma con los turbantes; ambos, la flor y el arreglo que se lleva en la cabeza nos llegan desde Turquía a partir de una palabra persa.