La Nación/Mariela Arias.-
"A nuestro trabajo lo hacemos desde las tripas. Cuando estamos con un abuelo que nos agarra de las manos y somos su última familia, sentimos que también son nuestros abuelos, nuestros padres nuestros hijos", cuenta José Pérez, enfermero en el Hospital Regional de Río Gallegos. Tiene 48 años y su historia conmovió a Río Gallegos cuando sus amigos decidieron regalarle un auto que le llevaron a la puerta de su casa en reconocimiento a su don de gente y a su trabajo que hace con gran entrega en estas horas críticas.
Pérez trabaja en el Hospital Regional de Río Gallegos desde hace 21 años donde es enfermero universitario, todos lo conocen como "Tono" Pérez. Siempre se desempeñó en clínica médica, pero cuando empezó la pandemia el área se convirtió en Sala Covid-19. "No somos ni héroes, ni víctimas, ni mártires", suele postear en las redes sociales y lo repite ahora en diálogo con LA NACION.
"Somos trabajadores de la salud, orgullosos de serlo, solo que ahora más complicados, y con más miedo, pero al miedo también lo hemos superado", explica el hombre apasionado del dibujo y las historietas en los que vuelca su arte como en la tapa de bandas locales de heavy metal y calcomanías y láminas que expone en las muestras de cómics. Cuenta que no ve las noticias sobre el Covid-19, porque lo estresa más aún y pese a las situaciones dolorosas con las que conviven en el hospital, trata de no llevarlas a su casa.
En los últimos dos meses fallecieron en Santa Cruz 49 personas, con un promedio de edad de 74 años, con una variación que va entre 35 y 99 años. En Río Gallegos la situación epidemiológica está definida como zona de transmisión comunitaria, con 1092 casos activos y una ocupación de camas en UTI adultos del 100%. En los últimas días, se sumó El Calafate como zona de transmisión comunitaria y hubo un brote local en Caleta Olivia, lo que llevó al Gobierno provincial a afirmar que el sistema de sanitario está con riesgo de saturación. El total de casos activos hoy en la provincia es de 1324.
Entre los enfermos también hubo médicos y enfermeros. José Pérez reconoce que ahora tras haberse contagiado le perdió el miedo al Covid-19. "Cuando esto empezó lo hablé con mi esposa, lo hablé con mi familia, sabía que me podía contagiar. Pensé hasta en llevarme el bolso y quedarme en el hospital, pero ella me dijo te banco, te acompaño y si nos contagiamos todos, lo pasamos juntos. Mi familia es de fierro", dice el hombre emocionado al otro lado de la línea.
Sus amigos decidieron regalarle un auto que le llevaron a la puerta de su casa en reconocimiento a su don de gente y a su trabajo que hace con gran entrega en estas horas críticas
Y así pasó. Él se enfermó al igual que su esposa y uno de sus hijos. Ya están recuperados y ya pudo regresar a su trabajo de siempre. "La mía es la historia de las familias de mis compañeros. Pero nos reponemos y volvemos a trabajar al Hospital. Siento un gran cariño por mi trabajo, la mejor noticia siempre es cuando alguien se va de alta", cuenta el hombre que trabaja en el turno nocturno y que muchas veces une caminando las 25 cuadras que separa su casa en el "Barrio Gregores" con el Hospital Regional de Río Gallegos.
Aniversario de promoción
Su amigo Víctor Flores, hoy taxista, lo sube al auto y lo lleva cuando lo ve caminando. Ambos egresaron hace 30 años del Colegio Salesiano y siguen en contacto con la mayoría de la camada. "Este año teníamos la fiesta aniversario de la promoción pero la debimos suspender y yo pensaba qué podíamos hacer... cuando una de las tantas veces que lo vi a 'Tono' caminando a su trabajo, pensé, le regalemos un auto a José, creo que es el único de nuestra camada que nunca tuvo uno". Y así nació la idea de destinar el dinero de la fiesta trunca a homenajear a un amigo.
"Es que es una de esas personas que vale mucho, es solidario, es comprometido, siempre preocupado por los demás. Cuando empezó la pandemia nos contó al grupo de amigos que faltaban insumos en el hospital e hicimos una colecta y se la dimos y compró elementos de protección para los compañeros", detalla Flores, a quien la emoción de la sorpresa no lo dejaba dormir.
El llamó a cada uno de los compañeros de la promoción 1990 y sumó a otros amigos. Nadie dudó en sumar dinero para sorprender al amigo conmovidos por su solidaridad y entrega en el trabajo. Reunieron 160.000 pesos, y empezó la búsqueda hasta que dieron con el auto ideal. Pero tenía algunos desperfectos, lo llevaron al mecánico y lo dejaron impecable. Durante meses guardaron el secreto.
El domingo a la siesta una caravana de autos y fuertes bocinazos irrumpió en el pasaje Cabo Vírgenes frente a los monoblocks donde vive José y su familia. Los vecinos se asomaban, nadie sabía muy bien qué pasaba en la casa del enfermero a quien todos conocen. "Fue increíble cuando llegaron con el auto y los veo a todos mis amigos que no veía hace seis meses, me sentí adentro de un programa de televisión, fue una gran emoción", cuenta horas después aún conmovido.
Allí en la vereda, con tapabocas, hombres grandes emocionados hasta las lágrimas, contenían los abrazos guardados que el cuerpo les reclamaba. En la vereda improvisaron un homenaje para Pérez y también para el kinesiólogo Omar González y el laboratorista Roberto Fernández, los tres compañeros de la misma promoción del colegio secundario y hoy batallando contra el Covid-19 en el Hospital Regional. González y Fernández guardaron el secreto del auto, y fueron también sorprendidos cuando sus amigos les entregaron un diploma.
José, su esposa y sus hijos de 18 y 21 años recibieron el regalo de sus vidas. "Yo ya no podré decir 'A mí nadie me regaló nada'", dice emocionado Pérez, que por ahora tiene el auto estacionado en la puerta de su casa hasta tanto aprenda a manejar. Mientras recibía su inesperado regalo, pidió que no se olviden de los trabajadores de la salud y pidió materiales de protección para todo el personal del Hospital. "Es que en estos tiempos, todos necesitamos un poco de buenas noticias", concluye en el teléfono, sorprendido de haberse convertido en horas en un personaje en su propia ciudad.
Fuente: LA NACION - Crédito portada: Horacio Córdoba