LA NACIÓN/ Mariela Arias.-
EL CALAFATE.- Pragmático hasta el final, Néstor Kirchner protagonizó su último acto público respaldando una rebelión santacruceña contra la Corte Suprema que ordenaba al gobernador Daniel Peralta a reponer en su cargo al exprocurador de Justicia, Eduardo Sosa. El enfrentamiento entre el kirchnerismo y la Corte había llegado a duros términos. Ese día, intentó bajar el tono a la disputa que él mismo motorizaba. Sin embargo, reponer a Sosa, para él, era innegociable.
En 2009, la Corte había ordenado la reposición del procurador, Peralta se negaba a cumplirla y el Congreso amagaba con intervenir Santa Cruz para hacer cumplir la orden de los jueces. En octubre de 2010 La Cámara Federal de Comodoro Rivadavia recibió la denuncia de la Corte para que se investigue la presunta comisión de un delito por parte del Peralta, ante el incumplimiento de reponer a Sosa y requirió que el Congreso analice la responsabilidad de la provincia.
Una tormenta perfecta que podía terminar en escándalo. ¿Qué rol tenía Kirchner en esto si no estaba en ese momento en ningún cargo? Sosa era su obsesión, la decisión de apartarlo del cargo de un plumazo había sido de él en 1995, con el aval de los diputados justicialistas, encabezados por Cristina Kirchner. La Corte que le daba la orden había cambiado en esos años, ahora los firmantes eran los jueces Ricardo Lorenzetti, Elena Highton, Carlos Fayt, Juan Carlos Maqueda, Raul Zaffraoni y Carmen Argibay.
La ley anulaba el cargo y creaba el jefe de fiscales y el de defensores, pero a Sosa no lo nombraron en ningún cargo y quedó fuera de la Justicia, sin respetar el principio de inamovilidad de los jueces, así inició una carrera de largo aliento que llegó a la Corte. El alto tribunal se pronunció en diversas oportunidades, algunas de cuyas respuestas desde la provincia estuvieron en manos del entonces presidente del Tribunal Superior de Justicia de la provincia: Carlos Zannini.
En 2009 llegó la orden judicial definitiva, pero la provincia logró demorar un año más. Peralta propuso una ley en la Legislatura para que se desdoble el cargo de Agente Fiscal, en ese momento ocupado por Claudio Espinoza, pero no tuvo quórum en la legislatura santacruceña. Para octubre de 2010 no había margen. Y, Kirchner, ahora convertido en el jefe político del PJ y con varios pedidos de intervención a la provincia generados en el Congreso Nacional, Kirchner le propuso por teléfono a Peralta que arme un acto en el Boxing Club de Río Gallegos, -histórica arena kirchnerista- que a los invitados los ponía él: así convocó a los 14 gobernadores justicialistas a la capital de Santa Cruz. Algunos recorrieron 5000 kilómetros solo para estar apenas unas horas.
En cuatro vuelos privados llegaron los 14 gobernadores, hicieron la previa en el hotel Patagonia, el más elegante de la ciudad, para partir en caravana hasta el gimnasio, a ocho cuadras del hotel. Una foto de la época muestra en el escenario al gobernador bonaerense, Daniel Scioli, Maurice Cross (Misiones), Jorge Capitanich (Chaco) y Gildo Insfrán (Formosa), Jorge Sapag (Neuquén), Gerardo Zamora (Santiago del Estero), José Alperovich (Tucumán), Oscar Jorge (La Pampa), Sergio Urribarri (Entre Ríos), José Luis Gioja (San Juan), Walter Barrionuevo (Jujuy), Celso Jaque (Mendoza), Luis Beder Herrera (La Rioja) y Juan Manuel Urtubey (Salta).
La convocatoria a los gobernadores estuvo centrada en rechazar cualquier intervención a Santa Cruz. Solo Scioli tuvo contacto con la prensa. No había nada que decir, pocos se podían negar a una orden de Kirchner, cada uno tuvo su momento para hacerle algún planteo de su provincia, recuerda hoy uno de los organizadores del evento. Aún cuando no era presidente, su poder político era incuestionable.
En los días previos al acto, la escalada contra la Corte no entendía de mesuras. “Que se saquen de la cabeza los que a 3000 kilómetros miran a Santa Cruz con desprecio, que existe la posibilidad de una intervención federal a nuestra provincia: no existe”. Y responsabilizaba a la Corte de obligarlo a cumplir una orden a su entender imposible y de dejarlo al borde del juicio político. “Me piden que lo reponga en un cargo que no existe más”, afirmaba el gobernador y acusaba a la oposición nacional de intentar “desestabilizar democráticamente a Santa Cruz”.
Kirchner decidió mostrar su poderío político en un acto en el que se estimaron presentes unas 7.000 personas, con los funcionarios en primera fila y las gradas completas de militancia del FPV. Los gobernadores, en el escenario blindaron a Peralta. Detrás de ellos, una pantalla mostraba a Kirchner en primer plano. Sobre el final del acto, la sorpresa la dio el propio Kirchner, dio un giro brusco a la confrontación de los ùltimos días e intentó mostrarse conciliador:
“Podemos tener acuerdos o diferencias con la actual Corte Suprema, pero quien les habla es respetuoso de la independencia de la Justicia”, afirmó Kirchner, quien se nombró como “uno de los responsables morales” de construir una justicia independiente en el país. “Sabemos y sufrimos lo que fue una Justicia dependiente; nosotros podemos estar de acuerdo o desacuerdo con una decisión de la Corte, pero es un poder independiente donde esperemos que realmente se consolide la independencia”. Y acto seguido fustigò al Congreso que impulsaba la intervención.
En ese acto le envió un mensaje a su esposa: " le queremos decir a la Presidenta de la Nación que siga luchando con toda sus fuerzas por la Ley de Medios; que siga luchando con toda sus fuerzas para que en la Argentina deje de ser extorsiva la justicia cautelar; para que siga luchando con todas sus fuerzas para seguir consolidando la Justicia”, aseguró.
Los gobernadores recibieron una ovación. Todos mostraron moderación, en sus gestos y en sus aplausos, como testigos de un acto ajeno. A ellos Kirchner les prodigó, “vinieron a defender la institucionalidad y el federalismo”.
En ese acto también quedó una promesa de Kirchner por volver a Santa Cruz, volver a fijar domicilio, el que había cambiado en 2009 para ser candidato por la provincia de Buenos Aires. “Quiero decirles que he decidido traer mi domicilio a la ciudad de Río Gallegos, a la provincia de Santa Cruz, para venir a pelear y a luchar junto a ustedes”. El estadio estalló. A un costado, los militantes de La Cámpora, que llegó encabezada por su hijo Máximo, cantaba por el “no a la intervención”.
“Me van a tener trabajando en la provincia, me van a tener trabajando en la ciudad de Rìo Gallegos,-en ese momento con signo político radical- para construir la gran victoria de 2011, que no se confundan, podemos haber estado distraídos un ratito”. Y con euforia agregó: “Volvemos por nuestros fueros, volvemos por la victoria, volvemos por nuestras banderas”.
El acto terminó, la mayoría de los gobernadores regresaron a sus provincias, solo se quedó para la cena el neuquino Jorge Sapag, quien departió con Kirchner, Peralta y Héctor Icazuriaga en la residencia de los gobernadores. En el quincho, estaban los 14 intendentes de Santa Cruz, y al terminar la noche, Kirchner pasó a saludarlos.
Sin embargo, el destino, hizo su propia jugada. Diecinueve días después de ese acto, Nestor Kirchner falleció en El Calafate. Y la historia política tomaría otro rumbo. Los proyectos de intervención a la provincia quedarían archivados, y Sosa nunca fue repuesto en el cargo. Lo único que avanzó fue el juicio contra Peralta quien fue encontrado culpable del delito de desobediencia a la Corte en 2017, con una condena en suspenso. Para cuando llegó el juicio, Peralta ya era otro expatriado del planeta kirchnerista.