La reciente confirmación de la autenticidad de las copias de los llamados “cuadernos de las coimas” marca un punto de inflexión en una de las causas de corrupción más resonantes de las últimas décadas. El trabajo pericial realizado por profesionales de Gendarmería Nacional, con la participación de peritos de parte para garantizar transparencia, despeja una de las dudas que desde el inicio alimentó el kirchnerismo: la existencia misma de los cuadernos escritos por el chofer Oscar Centeno.

Desde que el periodista Diego Cabot, publicó en La Nación aquella investigación en 2018, los involucrados en la denuncia se aferraron a la sospecha de si las copias eran o no válidas, el kirchnerismo es experto en desviar los focos de atención de los asuntos de fondo y detenerse en detalles, mirar la rama del árbol para ocultar el bosque.

Porque más allá de la tinta y la grafía confirmadas como auténticas, lo que sostiene la denuncia son los testimonios. Decenas de empresarios reconocieron ante la justicia que pagaban coimas sistemáticamente a funcionarios del Ministerio de Planificación Federal, que conducía Julio De Vido, a través de su hombre de confianza, Roberto Baratta. La mecánica de la corrupción fue ratificada no sólo por las anotaciones de Centeno, sino por la palabra de quienes participaron en ese circuito de dinero negro.

Hubo además, una confesión que destruyó el relato que buscaba derribar la denuncia argumentando que se basaba en copias apócrifas, la de Víctor Manzanares, excontador de la familia Kirchner, y exdirector representante del gobierno en el Banco de Santa Cruz.

Bajo la figura de arrepentido, Manzanares aportó detalles sobre la operatoria. No sólo reconoció que actuaba a pedido de la familia Kirchner y su entorno, sino que llegó a señalar ante los jueces dónde se escondían valijas con dinero en una vivienda de Río Gallegos propiedad de los Kirchner.

Que los cuadernos hoy hayan sido legitimados por la pericia judicial, no borra la estrategia discursiva que durante años tejió el kirchnerismo: instalar la duda como defensa, cuestionar el soporte material de la prueba para no hablar de las maniobras confesas.

El periodista que investigó y reveló la trama, entre la soledad y el hostigamiento

Nada de lo que hoy se conoce como uno de los hechos de corrupción pública y privada de los últimos tiempos, hubiera sido posible sin el trabajo arduo y cuidadoso, del periodista Diego Cabot.

Fue él quien recibió las fotocopias, quien las investigó en soledad y quien soportó presiones, sospechas y campañas de desprestigio. Por ese trabajo fue galardonado con el Premio Rey de España, un reconocimiento a su labor profesional excenta de toda especulación política y judicial.

Paradójicamente, Cabot no podrá limitarse a ser testigo de su propio trabajo periodístico: el próximo 6 de noviembre deberá declarar como testigo en el juicio oral contra Cristina Fernández de Kirchner y otros 73 imputados.

Los cuadernos dejaron de ser una figura espectral que ensombrecía la verdad. Se corporizaron y ahora están en manos de la justicia, transparentes e inapelables. Como el trabajo del periodista que ayudó a sacarlos a la luz.

Crédito portada: captura de pantalla La Nación Más.-