Por Bernd Ferstl

En la vida hacemos ciertas elecciones: amigos, ropa, comida, vehículo, escuelas, carreras, parejas, libros, lugares donde vivimos y visitamos, últimamente hasta el sexo.

Lo que no podemos elegir en principio son por un lado la familia que nos toca, y por el otro: el país que nos da su ciudadanía. Ambos son una realidad, y ambos requieren compromiso.

Nadie vive en casa de sus padres sumiso y callado, aceptando todo lo que sucede en lo cotidiano de manera incondicional. Salvo excepciones, que en todo caso confirman la regla.

Lo mismo sucede en la relación que, como ciudadanos, mantenemos con nuestros representantes y los gobernantes de turno.

Es indispensable, observar de manera crítica y constructiva a los políticos que nos representan, aunque no los hayamos votado. No son nuestros padres, no dependemos de ellos, aunque haya algunos funcionarios que nos quieren hacer creer que es así.

Es nuestra responsabilidad involucrarnos en los asuntos públicos. Cuidar la vereda, la vía pública, nuestras instituciones. Interesarnos en conocer qué es un Presupuesto público, cómo se conforma, cuánto dinero es, y en qué y cómo se gasta, es nuestro deber cívico.

Vivir de manera egoísta, solo pensando en los propios proyectos y el bienestar personal, es como desconocer a nuestros propios hermanos.

No estamos solos en el mundo. El verdadero desarrollo es social, colectivo, en comunidad, siempre.

Somos nosotros a través de nuestra participación crítica y constructiva, quienes decidimos si queremos avanzar y de qué modo. Si para el lado del bien, de lo que es justo y beneficioso para todos, o si tomamos el camino equivocado. Si opinamos y participamos, o si miramos hacia otro lado y dejamos que la cosa vaya a la deriva.

Esa actitud marca la diferencia, tanto en nuestro comportamiento familiar como en nuestro rol de ciudadanos.

Ser buen ciudadano es como ser un buen hermano.

Comprometerse con el futuro de la sociedad que nos acobija, es tan importante como estar preocupado por la propia familia.

Un país de buena gente es el núcleo inicial para poder participar en el concierto de los países comprometidos con la justicia y la paz social, que unen a la gran familia humana en su paso hacia el desarrollo sustentable.

*El autor es emprendedor, productor, funcionario público, compositor y padre.