LA NACIÓN/Mariela Arias.-
“¿Esas son las rutas de Lázaro que le pagaron y no hizo? Casi dejo el auto, no llegábamos más…”. Carlos acaba de llegar a El Calafate. Es otro de los turistas argentinos que se animan a recorrer el país en auto para llegar hasta aquí. Se refiere a los 76 km de la Ruta Nacional 40 entre Gobernador Gregores y Tres Lagos que se licitaron, se pagaron pero nunca se hicieron.
Al tramo lo preceden cientos de kilómetros en mal estado. El pasajero llegó en la semana que se conoció la sentencia en la causa Vialidad, que tuvo como escenario Santa Cruz, una provincia donde el juicio se miró desde lejos. El nombre es ficticio, el pasajero es real.
Entre 2004 y 2015 Lázaro Báez, a través de las empresas del Grupo Austral, se quedó con la mayoría de las obras públicas que se realizaron en Santa Cruz, en especial cientos de kilómetros de rutas. Cincuenta y una de esas licitaciones fueron desmenuzadas en la causa Vialidad.
Lázaro monopolizaba la obra pública al mismo tiempo que consumaba negocios privados con los Kirchner: les alquilaba tres hoteles, construía departamentos en fideicomisos con ellos y luego se los alquilaba, trocaba un terreno por otro, se convertía en condómino y hasta pagaba él la ampliación de un hotel.
Todo pasó a la vista pública: las obras y los negocios.
Mientras esto ocurría, Báez era el hombre de bajo perfil, todopoderoso, empleador de 3500 personas durante una década. Algunas obras se hicieron, quedaron inconclusas por años. Los santacruceños que las recorrían fueron testigos mudos y en algunos casos víctimas de los baches enormes, el asfalto onduleante, el ripio, las obras sin terminar. El detalle de lo que pasó no se desmenuzó en Santa Cruz, sino a 2600 kilómetros, en los tribunales de Comodoro Py, en Buenos Aires. Y desde acá se lo vio con una lejanía mayor que la que impone la distancia física.
Es curioso: la mayoría de los acusados en la causa Vialidad eran desconocidos para el público en general, pero acá son vecinos con larga trayectoria en la función pública: intendentes, secretarios, concejales, ministros, con familia y presencia aquí, que tras su paso por Vialidad –provincial o nacional- quedaron implicados en la causa. En las primeras jornadas del juicio antes de la pandemia, la mayoría quedaron retratados junto o detrás de Báez o De Vido. Después solo los veríamos en las ventanitas del zoom.
Pese a que eran vecinos santacruceños los juzgados por lo ocurrido en las rutas sinfín de esta provincia, el tema aquí solo generó apatía. No hubo coberturas previas en los medios, ni durante el juicio. Pero tampoco el tema estuvo en la conversación pública, esa que hoy medimos a través de las redes sociales.
¿Ajenidad, extrañeza, desapego o solo indiferencia?
El juicio fue una radiografía minuciosa, punzante y por momentos vergonzosa de cómo se manejó la cosa pública en Santa Cruz durante más de una década. Sin embargo, aquí imperó el silencio, y la distancia. No hubo expresiones de apoyo a los enjuiciados, tampoco asomaron expresiones de indignación, enojo o rechazo por los hechos de corrupción que quedaron a la vista.
Cierta anestesia social flota en el aire.
El martes a la tarde, recién tres años después de iniciado el juicio, hubo una catarata de expresiones a favor de Cristina luego de que se conociera la sentencia en la que fue condenada a seis años de prisión por defraudación al Estado. Desde la gobernadora para abajo, los funcionarios repudiaron el fallo. Alicia Kirchner, su cuñada, lo calificó de “antidemocrático y pornográfico” y afirmó: “los argentinos recibimos un mazazo”.
Más allá de las expresiones públicas, tras el fallo no hubo banderazos, ni marchas, ni se detuvieron eventos o fiestas previstas. El martes a la tarde, mientras el arco kirchnerista nacional repudiaba el veredicto, en El Calafate la cantante Karina La Princesita desplegaba un show gratuito en las vísperas del aniversario de la ciudad, el lugar en el mundo de Cristina Kirchner.
Que la ciudadanía muestre apatía frente a los hechos de corrupción será materia que analizará la historia. Sin embargo, sorprende que a la Justicia local nunca le llamara la atención que el principal ganador de obra pública -en la provincia, no en otros distritos alejados- tuviera durante una década una profusa actividad comercial con quienes fueran presidentes. No se abrió una sola causa en la justicia local. Ningún fiscal actuó de oficio, ni siquiera para que luego sea archivada.
José López, el exsecretario de Obras Públicas condenado a seis años en la misma causa, -que saltó a la fama al arrojar bolsos con dólares en un convento- el 8 de diciembre, dos días después del fallo,marchó con cientos de fieles en la Peregrinación a la Virgen de Güer Aike, ubicada a 30 kilómetros de Río Gallegos. Lo hizo en soledad y en silencio. Solo él y Dios saben lo que pedía.