Hoy quería solidarizarme con todas aquella personas que nacieron despistadas. Con “despistadas” no me refiero a “fuera de pista” o “fuera del sendero”… me refiero a las que nos falla la orientación o el tino al momento de actuar. Somos atolondrados, impetuosos.
Quería explicarles a quienes SI nacieron con el don, cual es nuestra experiencia, y como nos vamos rustificando a medida que van transcurriendo los años.
Voy con algunos ejemplos personales para que se sientan identificados quienes pertenecemos a este grupo selecto:
1- Antes de ayer fuimos a comprar algunas cosas con mi hijo y cometí el error de estacionar mi auto atrás de uno igual al mío. Quiero decir, a modo de descargo, que tenían la misma suciedad. Mi hijo quedó en el auto. Compré lo que necesitaba y cuando intenté subir nuevamente, la llave no lograba abrir la cerradura. ¿Qué piensa un despistado? “Tengo el auto tan sucio que tiene tierra hasta adentro del tambor” y la forzas un poquito para que abra. No hubo forma. Di la vuelta e intenté abrir la del acompañante y ahí noté que mi hijo no estaba a bordo. Como uno nunca asume su condición, pensé: “pucha… se bajó y me fue a buscar al negocio”. Volví al negocio y no lo encontré. Me empecé a preocupar. Volví al auto. Hice un paneo de la situación vehicular y me encontré con sus ojitos tiernos mirándome desde el auto de atrás al que había intentado subir. Su mirada de niño lo decía todo: “Increíble que haya llegado viva a esta edad. Ojalá no lo haya heredado” y con su manita se tapó la frente.
2- Cuando era adolescente, falleció el papá de un amigo cercano. Salí del colegio y caminé hasta la sala velatoria muy compungida. Era mi primer velorio. Tristeza, inseguridad, vergüenza por no saber que hacer ni decir. Entré como tromba decidida a hacer lo mejor posible en una situación tan delicada. Me metí en la primera puerta que encontré y educadamente, empecé a saludar con un beso a cada una de las, por lo menos, 45 personas que había ahí adentro. No lo veía a Adrián, mi amigo, pero asumí que estaba cerca del féretro. Abracé fuerte a varias señoras que se deshacían en llanto, dije lo que podía y me salía. Impactante fue llegar al cajón y darme cuenta que no era el difunto adecuado. Por respeto, y para disimular, me quedé un rato. Es decir que, con 16 años, fui a dos velorios en una misma mañana.
3- Una de las más recientes fue hace unos meses, antes de la pandemia. Era el casamiento de una amiga a la que adoro. El día del casamiento tenía que trabajar a la mañana y a la tarde, pero para poder ir, cancelé el trabajo de la tarde. Cuando estaba cumpliendo con el de la mañana, yendo al aeropuerto a dejar unos pasajeros, me encuentro con una amiga que tenemos en común, que tenía una cara tremenda. “XX que cara!!! A dormir una siesta que a la noche tenemos casorio!!!”. Fue anoche, Naty. No saben el tiempo que estuve redactando la disculpa porque no me animé ni a llamarla.
4- Todas las mañanas tomo mi pastillita de Levotiroxina que tengo en un mueblecito al lado de la cama. Abro los ojos (no entiendo ni en donde estoy) manoteo la pastilla la tomo y ahí empieza mi proceso de conexión con el planeta que puede llevar de 15 a 20 minutos. Cuando tragué la pildorita en cuestión, sentí un gusto distinto. Arranqué la mañana clavándome un Tranquinal (del que solo tomo un cuarto, a lo sumo medio, si tengo una contractura que no me deja dormir y solo en caso recontra extremo). No saben lo relajada que fue la mañana.
Quiero decir, representando a todos los que convivimos con esta condición, que pedimos disculpas de ante mano por cualquier molestia, mal humor o daño que podamos ocasionar.
No tenemos maldad, nacimos así. Atolondrados. Los pies más tiempo en la Vía láctea que en la estepa.
El Universo, además, suele ser irónico con nosotros. La patente de mi auto es GPS 207. Más allá de GPS, ¿saben que significa el número 207? Simboliza adaptabilidad, armonía, equilibrio, espiritualidad, sabiduría interna e INTUICIÓN. Tachame la doble.