Espina negraPor Mirtha Espina.- En este otoño santacruceño parece que se avecinan movilizaciones, tomas, marchas y demás exteriorizaciones de los sindicatos ante la crisis que vivimos. A la par, algún juez pide al Ejecutivo que muestre sus cuentas a los fines de otorgar aumentos. Todo esto podría ser tomado como buenos indicios. Pero vivimos en el 2016, año en el que se “destapó la olla de la corrupción”; y eso, para quienes habitamos en esta provincia, debe ser algo más que los meneados videos o la cantidad de allanamientos hechos o por realizar. En términos políticos, esto es la puesta al desnudo de un modelo de gestión del estado que no da más. La mayoría del empleo concentrado en el estado, todo lo privado atado a un sistema de corrupciones, ausencia de planteos que tengan que ver con una idea innovadora de la gestión de lo público, un sistema jurídico totalmente ineficiente. Todo esto forma un combo perverso, donde, con más o menos salarios, si la provincia persiste en estas condiciones estructurales está destinada al fracaso. La primera cuestion a asumir es que en los últimos años se consintió que nos gobierne un grupo de delincuentes, que no solo robaron materialmente sino que desmantelaron el orden del aparato del estado y corrompieron las relaciones entre lo público y lo privado. Una de las consecuencias de esto es la caída de los sueldos; pero es sólo una "consecuencia". Si no se intenta desmontar todo el andamiaje, lo más seguro es decir que dentro de un tiempo estaremos de nuevo golpeando el bombo o acampando frente a la casa de gobierno. El desafío que tiene la dirigencia gremial y política de esta provincia es entender que esto no es el 2007; no solo que pasaron nueve años, el problema hoy, es más que salarial, es enfrentarnos al fracaso, revertir un sistema jurídico que armò instituciones de cartón, manejadas con la menor idoneidad. Se nos refregó en la cara que “la salida” pasaba, por ejemplo, por la usina de Río Turbio -que es una fenomenal estafa-, por la zona franca -otro criadero de ladrones para tener lo suntuario barato...O que a la represa sobre el río Santa Cruz se la “debe hacer”, y no demos bola al cambio climático ni al impacto ambiental. Estamos plagados de mineras que hacen “su agosto”, y no nos preocupamos por el pasivo. Entregamos la pesca a una manga de ladrones en los puertos. No nos preocupamos ciertamente del petróleo y el gas. El negocio fue “renovar la entrega de áreas”; y en esa “fueron muchos los prendidos”. Los ahorros del estado se dilapidaron. Cero pensar en innovación ! Fantasías, ineficiencia en la gestión y coimas fue “el triunvirato” clave. Consecuencia: todo lo público se fue deteriorando y está al tacho. Quién considere que alguno de sus derechos, por el solo hecho de ser constitucionales, los puede ejercer en plenitud se equivoca, o no quiere ver. Estamos en un colapso. El desafío es saber salir. Y en esto no valen los lugares comunes, las frases encendidas o la pose. Ésta es la realidad. Está en nosotros asumir el momento que vivimos (o pensar que estamos en una de las tantas pujas salariales que , bueno, el estado va a ceder, porque “guita hay”). Ésta es una “Catamarca de los Saadi, un Santiago de los Juárez, un Tucumán de Manzur”... Sólo que no hay una muerte que sacuda los ánimos. Pero el feudo terminó siendo una cueva de corrupción !! y ese es el desafío a revertir: Recomponer la institucionalidad, organizar el estado, erradicar la corrupción. Volver a un aparato estatal que deje de ser botín político y que sí respete la idoneidad para cubrir los cargos públicos. Si cada gremio solo zapatea por su sueldo seguiremos en el eterno reclamo y en condiciones cada vez peores. Baste el ejemplo de los municipales de Río Gallegos del año pasado: mientras ellos creían que el problema era el incremento de sueldo, lo que se jugaba era la pelea entre las bandas que cargaban el dinero de la corrupción en los aviones. A la crisis de fondo se la podrá soslayar hoy, incluso podrán aparecer aparentes triunfos; pero, justamente, el problema de fondo es muy serio, gravísimo, como para nunca decirlo. El deber de la dirigencia de todo tipo es profundizar en el análisis y salir de la rutina. Si en las protestas no aparece un “para qué”, profundo, coherente, contenedor, el fracaso está garantizado.