LA NACIÓN / Texto y fotos de Mariela Arias.-
EXTREMO SUR DEL PARQUE NACIONAL LOS GLACIARES.- No todo está descubierto aquí, aún hay un rincón del parque donde los paisajes no fueron retratados, justo en el momento en que el caminante siente que su huella podría ser la primera de la mañana, el dramático retroceso de los glaciares irrumpe en la retina dejando una estela de belleza y finitud.
Se trata del trekking más austral del Parque Nacional Los Glaciares a través de 14 kilómetros de senderos entre montañas y bosques que incluye la navegación de dos lagos para llegar a un anfiteatro natural coronado de glaciares. ¿Un secreto para disfrutar el trekking?, contar con un entrenamiento moderado para ascender y descender en la montaña.
El recorrido
La travesía parte del embarcadero de Glaciar Sur, ubicado en la estancia Nibepo Aike a 60 km de El Calafate, y arranca con una navegación de casi una hora por el Brazo Sur del Lago Argentino a bordo del “Hauthal”, el barco nombrado en homenaje al geólogo y naturalista alemán que fue el primero en explorar y estudiar el glaciar Perito Moreno. La lancha es pequeña, la excursión está habilitada solo para 14 personas por día más un guía experto.
La navegación es el primer paso de un viaje sorprendente a uno de los rincones más inexplorados del famoso Parque Nacional. Es tan excepcional, que cada tanto magnates europeos o estrellas de Hollywood contratan el servicio de forma exclusiva.
Así lo hizo en diciembre de 2018 Scarlett Johansson cuando viajó en secreto a la Patagonia junto a su pareja Colin Jost y contrataron la travesía de forma exclusiva. Apenas 24 horas antes del viaje, la agencia supo quién sería la misteriosa pasajera y todo el equipo firmó un contrato de confidencialidad para evitar fotos o celulares indiscretos. Sobre el final, Johansson posó para la posteridad con el guía y la tripulación que la guiaron por los senderos.
Aventura de la agencia Glaciar Sur es el nombre que lleva la excursión que apenas tiene una década. Para encontrar su génesis hay que remontarse más de 40 años al corazón de Marcelo Janes, un enamorado de la Naturaleza quien, cuando egresó en 1982 de la Escuela de Guardaparques, pidió que su primer destino fuera aquí. Y aquí se quedó.
Desde entonces, Janes recorre el extremo sur del parque, el que durante muchos años solo era conocido por científicos o viajeros intrépidos que se aventuraban en una travesía de varios días por la margen de dos lagos: un recorrido similar al que harán los pasajeros del Hauthal, -entre ellos esta cronista-, pero que ahora se ve acortado gracias a la navegación de dos lagos. Del cruce en lancha también participa un equipo de guardaparques y biólogos que elaboran un diagnóstico del estado de conservación del lugar.
En diciembre cumplimos diez años de estar operativos con la excursión, pero era una propuesta que había presentado hace muchos años”, explica Janes, quien tras una década como guardaparque se sumó a la actividad turística trabajando en diversas agencias locales como guía de turismo y siempre soñando poder abrir su propio recorrido de aventura.
Tras la navegación por las aguas sedimentosas del Brazo Sur del Lago Argentino la Hauthal llega al primer embarcadero. La mañana estalla, no hay brisa, todo está por descubrir. Los pasajeros cargan su vianda y una botella que podrán recargar a lo largo del recorrido.
Steffen Welsch, el guía de montaña, ofrece bastones e imparte instrucciones en español e inglés. “Estamos sumergidos en una topografía periglacial. A partir de aquí, iremos subiendo por lo que fue la morena de un glaciar que se retiró”, explica mientras con la mano contra el piso grafica el movimiento de los glaciares en retroceso y las huellas que dejan en el camino.
Atrás quedó la estepa patagónica. Empieza el ascenso por un bosque de lengas, ñires y guindos. Al costado del sendero de ensueño los calafates achaparrados ofrecen sus frutos negros y aún quedan algunas campánulas blancas de la chaura. Las voces se apagan, los caminantes administran el aire para el ascenso y solo se escucha el roce de los borcegos sobre el sendero que se vuelve escarpado.
Cuando el cansancio aprieta… llega la recompensa. Tras ascender un desnivel de 70 metros de altura, aparece una de las vistas más impactantes del día: el Lago Frías, azul cobalto, prístino de 100 metros de profundidad, y sobre la cordillera el día nos regala una vista del valle del lago y a lo lejos ya se vislumbra un anfiteatro conformado por los glaciares Grande, Cubo y Dickson que desprenden sus hielos hacia la Laguna Frías Superior. Hacía allá vamos.
“Aquí podemos ver la parte geológica sedimentaria de la cordillera de los Andes y también vemos el trimeline, la marca que dejó el glaciar cuando llegó hasta allí hace solo 120 años”, detalla Welsch, quien nació en Erfurt, Alemania hace 48 años, fue escultor en piedra y trabajó en la recuperación de castillos y monasterios. Pero viajó tantas veces a escalar a Sudamérica que se terminó quedando, primero en Chile y luego en la Argentina. Su pasión por la piedra transmutó al hielo, hizo una diplomatura en Asuntos Antárticos y otra en Vulcanología, en sus tiempo libre colabora con glaciológos de todo el mundo que estudian aquí el retroceso de los glaciares.
No hay viento. La playa del Lago Frías estalla exuberante de belleza. El lago espera impaciente a ser surcado por los exploradores. Será la lancha Fitzcarraldo la encargada de cruzar los 5 km de aguas transparentes, hace pocos años reemplazó a los zodiac. Fue nombrada en honor al film de Werner Herzog. Al igual que en la ficción, Janes y su equipo llevaron la lancha a empujones por el bosque durante diez días, la única opción posible cuando el helicóptero que iba a transportarla no pudo remontar por el peso de la embarcación.
El viaje es de apenas 15 minutos, a la derecha la Torre Dedo del César -una mole de granito con forma de agua- pincha el cielo sin pedir permiso. Al llegar a la otra orilla, el bosque de ñires dará paso al lecho seco de un río, donde bloques erráticos flotan en arena.
Es el trekking final, solo 6 km nos separan de la Laguna Frías Superior. Hasta hace no muchos años, la laguna desembocaba en el Atlántico a través del río, ahora seco, por el que caminamos. Ahora lo hace en el Pacífico, explica el guía de montaña, que el día anterior llegó desde Mendoza. Llevó a un grupo de escaladores extranjeros al Aconcagua.
“Es un fenómeno geológico-hidríco muy particular, cómo los glaciares están en retroceso se abrió un dique y la laguna a la que estamos por llegar dejó de drenar por este río y empezó a drenar por otro lado. La divisoria de agua cambió su dirección de agua, del este al oeste”, explica Welsch.
Mientras avanzamos por el valle del río Frías, cascadas de agua bajan por la montaña. A medida que nos acercamos a la última morrena, los glaciares que desembocan en la Laguna Frías Superior se recortan contra el horizonte. Llegamos. El cansancio desaparece por arte de magia, el escenario lo invade todo. Todo es agua, bloques de piedra, cordillera y glaciares. Allí será el almuerzo de montaña para calmar el estómago. El alma está saciada.
Los españoles Ignacio y Cristina son parte del grupo. El viaje era un sueño postergado por la pandemia. Visitaron Buenos Aires, Puerto Madryn y Ushuaia antes de llegar a El Calafate, la pareja practica trekking en escenarios europeos, se los nota preparados para la aventura. Ya, en la caminata de regreso, le cuentan a LA NACION: “Quizás haya sido la excursión de trekking combinada con pequeñas navegaciones, más hermosa que hemos hecho nunca, la recomendaremos a nuestros amigos”, detalla Ignacio Ferrando Frutos.
El regreso es relajado y hay café en el domo antes de embarcar y desandar los lagos navegados. Los caminantes tienen unos minutos para descansar en la playa y hasta para sumergir los pies en las heladas aguas del Lago Frías. Queda la certeza que la exclusividad es un concepto que no está reservado sólo a las estrellas.