“Lo espero el lunes en mi oficina para seguir conversando” me dijo quien por entonces era el ministro de Agricultura y Ganadería de Uruguay, el senador José Mujica. Eran momentos tensos en la relación entre Argentina y Uruguay, por el resonante conflicto de las pasteras.

Comenzaba ese año 2006 con una tensión que exacerbaba los nacionalismos más virulentos y argentinos y uruguayos discutían sobre ambientalismo y corrupción de un modo alejado del núcleo real de ese conflicto.

Cuando las empresas multinacionales Ence, de capitales españoles y Botnia de origen finlandés optaron por instalarse en la ciudad uruguaya de Fray Bentos dando origen a un resonante conflicto entre ambos países que incluyó demandas cruzadas ante la Corte Internacional de La Haya, cuyo laudo fue dado a conocer años más tarde.

En el mientras tanto cualquier vehículo argentino que rodaba en Montevideo era mirado con recelo. La discusión estaba presente en todos los espacios, desde las estaciones de servicios hasta los restaurantes y supermercados, se habían vuelto tema de fricción entre los turistas argentinos y residentes uruguayos.

Para mí eran vacaciones familiares y como tal me dispuse a disfrutarlas, sin dejar de registrar lo que el oficio del periodismo demanda: esto es los acontecimientos desde lo anecdótico. Recuerdo la silbatina generalizada cuando se mencionó la palabra Argentina en el recital de Jorge Nasser al comenzar la canción a “Don José”, casi un himno homenaje al gran José Artigas, máximo prócer de la historia del vecino país.

Desde el barrio de Malvín disfrutamos de los paseos y lugares emblemáticos que tiene la capital oriental. Hubo disfrute futbolero en el estadio del Parque Central yendo a ver a Defensor Sporting, equipo del que me convertí casi en hincha, tal vez porque era dirigido técnicamente por Jorge Da Silva, el “polilla grande” con pasado futbolístico en River Plate, el club de mis amores.

Hasta que un sábado de enero nos invitaron al velódromo para ver las murgas y comparsas, en ese despliegue espectacular que generalmente se produce en los carnavales, momento en que la historia y la cultura tienen un despliegue que se renueva año a año.

Entre ironías y sarcasmos de “Agarrate Catalina” la noche calurosa fue transcurriendo de manera entretenida, hasta que la amiga Silvia Rodriguez transformada en guía turística me indicó que un par de gradas más abajo estaba el senador Mujica.

“El Pepe” ya tenía ese carisma que cautivaba a propios y extraños y por ese motivo me interesaba entrevistarlo para “Provincia 23”, un diario de Río Grande para el cual yo escribía en esos tiempos.

“Sí amigo, como no, encantado de hacer una entrevista para ustedes en el sur. De donde me dijo que era usted…?” preguntó curioso Mujica. “De Río Gallegos, provincia de Santa Cruz” le respondí…”Vea usted tengo un enorme cariño por ese lugar porque el viejito Cepernic que era gobernador en esos años me facilitó una cédula de la policía provincial, esas de color naranja. Fue en los tiempos en que andaba escapado, momentos bravos. Fue un gesto que siempre agradecí”, comentó con ese natural gesto de nobleza dibujado en el rostro que lo distinguía entre el universo de personajes de la política.

La charla siguió brevemente con otras cuestiones relacionadas con la política y la historia de ambos pueblos. Fue entonces que nos pusimos de acuerdo en reunirnos al iniciar la semana un día lunes, en su oficina como él decía.

“El ministro Mujica lo espera a las 18 por su despacho”, me dijo muy atenta la secretaria cuando a primera hora cumplía en contactarme para la entrevista.

Había elaborado una serie de preguntas referidas más a su historia personal que al conflicto momentáneo. Me interesaba más su relación con don Jorge Cepernic que la coyuntura del conflicto bilateral.

Sin embargo al mediodía su secretaria muy amablemente me comunicó , “el ministro Mujica está viajando en forma urgente a la ciudad de Bella Unión para una reunión con los cañeros de los ingenios azucareros”. La situación de la azucarera CALNU era caótica y los salarios de los cañeros rozaban la miseria, mientras que la explotación laboral había alcanzado el límite de la indecencia.

A su regreso Mujica anunció la estatización del ingenio, en lo que ha significado una medida sumamente acertada, ya que se superaba año a año la producción en toneladas de azúcar. Siempre agradecí ese buen trato y respeto exhibidos por Mujica hacia la actividad periodística, algo que no vemos mucho por estos días.

En el momento de emprender el regreso presencié una anécdota de lo más graciosa cuando la discusión entre argentinos y uruguayos era casi cotidiana y grupal.

Observé a un señor calvo, de barriga prominente y con fuerte acento porteño, tratando de apelar a cualquier argumento para imponerse en la discusión sobre las pasteras. Como la discusión era en un supermercado la mayoría de los clientes eran uruguayos. Así fue como el hombre, vencido en el debate, al llegar a la puerta de salida gritó “y bueno…yo no tengo la culpa de haber nacido en un país que lo tiene todo” aumentando el enojo de los clientes locales.

Salir de Uruguay era una postal de un país en marcha normal, sin lentitud ni velocidad, pero resultó impactante volver por la ruta 14 en Argentina y observar la vorágine de las cosechadoras, camiones de transporte y vehículos particulares, cuando nuestro país estaba atravesando una de las mejores etapas de su economía, en el inicio del presente siglo.

*Periodista. Conduce el programa Contame una historia por FM Federal.