EL CALAFATE.- Un equipo de paleontólogos del CONICET, en colaboración con colegas de la Academia de Ciencias de China, hallaron el fósil del renacuajo más antiguo del que se tenga registro, con una antigüedad de 165 millones de años. El descubrimiento del Notobatrachus (rana del sur) se produjo en Estancia La Matilda, a unos 100 km de Puerto Deseado, Santa Cruz, y fue publicado en la prestigiosa revista Nature.
El hallazgo ocurrió durante una expedición cuyo objetivo principal era la búsqueda de dinosaurios. Matías Motta, becario posdoctoral del CONICET y miembro del equipo, relató que, en un descanso para el almuerzo, recogió una piedra laja al azar entre miles que se encontraban en la zona, y fue entonces cuando notó impresiones óseas en la roca. Esta pieza resultó contener los restos excepcionalmente bien conservados de una larva de Notobatrachus degiustoi, una especie de anfibio primitivo, precursora de las ranas y sapos actuales.
El fósil, que pertenece al Jurásico, tiene una relevancia singular para la paleontología, ya que se trata del primer registro completo de un renacuajo, un animal de cuerpo blando. La excepcional preservación del esqueleto, incluyendo estructuras como el hioide, permite a los investigadores comprender mejor la evolución del ciclo de vida de los anuros, el grupo que engloba a ranas, sapos y escuerzos.
Además, este hallazgo revela que el mecanismo de alimentación por filtración de estos renacuajos ha permanecido prácticamente inalterado durante millones de años, lo que refuerza la idea de la gran estabilidad evolutiva de este grupo.
El estudio también destaca que el renacuajo de Notobatrachus alcanzaba un tamaño considerable, midiendo alrededor de 16 cm, lo que lo convierte en uno de los más grandes conocidos, incluso en comparación con renacuajos actuales. Este descubrimiento sugiere que tanto las larvas como los adultos de esta especie podían alcanzar grandes dimensiones, lo que indica la presencia de gigantismo en los ancestros de los anuros modernos.
El hallazgo es significativo además, porque ofrece una nueva ventana para estudiar la evolución de los anfibios y el desarrollo de su ciclo de vida, particularmente en lo que respecta a la fase larval, sobre la cual se tiene muy poca información en el registro fósil.
Fernando Novas, uno de los líderes de la expedición, señaló que este descubrimiento abre nuevas perspectivas para la comprensión de la evolución temprana de los anuros y su peculiar proceso de metamorfosis.
Fuente y créditos: Conicet.