RÍO GALLEGOS - Noah Portillo, nacido hace unos días en el Hospital Regional de Río Gallegos, será el primer ahijado presidencial de Javier Milei, en cumplimiento de la Ley de Padrinazgo Presidencial, que otorga a los presidentes este rol para los séptimos hijos varones o mujeres. La madre de Noah, Mirta Portillo, originaria de Misiones, vive en la capital de Santa Cruz desde hace 20 años.

"Nos explicaron en el hospital que podíamos solicitar que el presidente fuera padrino de Noah, y ya estamos con los trámites", comentó Mirta en una entrevista radial. Ella y su familia, compuesta por siete hijos varones, se trasladaron a la Patagonia buscando un clima más favorable para la salud de su primer hijo. Así, Adam, su hijo mayor, que nació en Misiones, mejoró su condición respiratoria en Río Gallegos, y el resto de sus hijos nacieron en la Patagonia.

El padrinazgo presidencial es una tradición que se remonta a 1907. Aunque la mayoría de los presidentes no asisten a los bautismos, Milei podría viajar a Río Gallegos para la ceremonia o, como es habitual, enviar un representante o un obsequio en su nombre. En la historia reciente, algunos presidentes han mantenido un contacto más cercano con sus ahijados, mientras que otros han cumplido el rol de forma simbólica.

Además de su valor simbólico, esta ley asegura que el ahijado presidencial reciba una beca educativa que cubre sus estudios hasta el nivel universitario. En muchas familias numerosas, esta ayuda estatal representa un importante apoyo económico para el futuro de los niños. En el caso de Noah, su madre ve el padrinazgo no solo como una tradición, sino también como una oportunidad para garantizar una mejor educación para su hijo menor.

Origen y fundamento de la Ley de Padrinazgo Presidencial:

El padrinazgo presidencial tiene su origen en un mito ruso, donde se creía que el séptimo hijo varón se convertiría en un "lobizón", o hombre lobo. Para evitarlo, las familias solicitaban al Zar que apadrinara al niño, otorgándole así una protección simbólica. Esta tradición llegó a Argentina con los inmigrantes rusos a principios del siglo XX, cuando la creencia de que el séptimo hijo estaba maldito llevó al abandono o maltrato de estos niños.

La práctica fue formalizada en 1907, cuando el presidente José Figueroa Alcorta aceptó apadrinar al séptimo hijo varón de una pareja inmigrante, estableciendo una costumbre que más tarde se transformó en ley. En 1974, durante la presidencia de Isabel Perón, se sancionó la Ley N° 20.843, que institucionalizó el padrinazgo para séptimos hijos varones o mujeres nacidos en Argentina. La ley fue posteriormente ampliada en 2009, durante la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner, permitiendo que el beneficio se aplicara a familias de cualquier credo, incluyendo a hijos adoptivos.

El padrinazgo presidencial no solo es un gesto simbólico, sino que también incluye un reconocimiento formal en la forma de una medalla conmemorativa y una beca de estudios para los ahijados, cubriendo su educación hasta el nivel universitario. Esta medida está orientada a brindar apoyo a familias numerosas, que generalmente enfrentan mayores desafíos económicos, ofreciendo así una forma de respaldo social que va más allá del valor ceremonial.