La aventura militar había llegado a su fin y una vez más, el ahora anciano general, fue el depositario de las esperanzas de nuestro pueblo y triunfó en las elecciones.
En poco tiempo esas esperanzas se fueron diluyendo. La sangre siguió corriendo. Muy pronto le tiraron el cadáver de Rucci en la puerta. La izquierda peronista siguió el camino de la lucha armada, pese a la existencia de un gobierno democrático. La siniestra Triple A, de la mano del no menos siniestro López Rega eligió el camino de la ilegalidad para liquidar a los rebeldes.
En Santa Cruz el peronismo también se partía en facciones. El Gobernador electo Jorge Cepernic, mi padre, había presentado ante la Legislatura Provincial el proyecto de expropiación de un latifundio donde la corona británica tenía la mayoría de las acciones: Estancia Cóndor.
La mayoría peronista en Diputados estaba dividida. La sección “ortodoxa” por llamarla de alguna manera viajaron a verlo al Presidente por ese tema. Perón les aconsejó no votar el proyecto porque perjudicaba tratativas que, según él, estaban avanzando para la recuperación de nuestras islas Malvinas.
El sector que aprobaba el proyecto fue identificado inmediatamente con la izquierda que combatía al Gobierno Nacional. No se obtuvo la mayoría. El proyecto nunca se votó.
Sabíamos de la gravedad del estado de salud de Perón. Por el dr. Pablo Cossio, el cardiólogo del General. Conocíamos de su cardioesclerosis, la insuficiencia renal y los pólipos en la vejiga. Lo que empezó 12 días antes como un catarro, derivó en una broncopatía infecciosa que precipitó el final.
Con mi padre estábamos en la Casa de Gobierno cuando la voz ahogada de Isabel Martínez, la vicepresidente ahora a cargo de la presidencia, comunicó la noticia de su muerte.
Yo ocupaba el cargo de Secretario Técnico de la Gobernación. Mi responsabilidad principal era la de ordenar y revisar los papeles (decretos, pedidos, etc.) que debía firmar mi padre. Tarea no muy fácil pues mi padre, acostumbrado como hombre de campo a la acción, despreciaba la burocracia a la que él llamaba “los papeles”.
Nunca olvidaré la mirada triste de mi padre al oír la noticia, lo primero que me dijo fue: “ - hijo, poné en orden los papeles y firmo todo lo que esté pendiente porque me temo que vamos a durar muy poco en el gobierno – “
Así fue. Días después la Presidente María Estela Martínez de Perón firmó el Decreto disponiendo la intervención del Poder Ejecutivo de la Provincia de Santa Cruz.
Cientos de efectivos de la Policía Federal blindaron la Casa de Gobierno. Quise entrar a acompañar a mi padre en su salida, pero las fuerzas federales me lo impidieron y me sacaron a empujones.
El resto es historia conocida. Como dice Julio Bárbaro, “el peronismo es un recuerdo nostalgioso, que rinde votos”.
*Exintendente de Río Gallegos.