En un pueblito del sur de Bolivia llamado De Macha, se encontró en una capilla (Titirí), una bandera argentina creada por Manuel Belgrano. No es casual su existencia, por aquellos lares antes llamado “el Alto Perú”, pasó por sus valles y quebradas el ejército libertador, comandado por un abogado porteño, convertido en militar, el general Belgrano.

La particularidad de esta bandera, considerada por su antigüedad, como una de las primeras enseñas de la patria, es que sus colores están invertidos. Es decir dónde va el blanco, hay celeste, y donde está el color celeste está el blanco. Vendría a ser como un negativo de la que conocemos ahora.

Esta conversión de colores, me ha llevado a reflexionar si los argentinos no hemos perdido el prístino significado de la bandera, que era el de la independencia y la libertad de los pueblos de América.
Muchas veces, en el transcurso de nuestra historia hemos utilizado la divisa de todos los argentinos, para defender sospechados intereses.

A fines del siglo XIX, cuando se discutía entre las hermanas repúblicas de Argentina y Chile la tenencia de la Patagonia, ambos gobiernos, tanto de Buenos Aires, como de Santiago les entregaban banderas a los tehuelches para que defendieran la soberanía nacional. A cambio de alimentos, armamentos, caballos, cargos militares y bebidas se les obsequiaban banderas para que flamearan en sus tolderías.

El caso más emblemático, fue el del cacique tehuelche Casimiro Biguá, que fue capitán del ejército chileno y al poco tiempo, oficial con cargo, sueldo y uniforme del ejército argentino.

El historiador chileno, Armando Braun Menéndez, en su libro “Pequeña historia Magallánica” demoniza la figura del cacique aònikenk, diciendo que era un traficante de alcohol, espía al servicio de intereses opuestos, encubridor de desertores, cuatrero y otros oficios del estilo.

Casimiro,- podríamos decir que era un político pragmático-, en defensa de los intereses de su comunidad jugaba con quien más favores le daba. Lo cierto es que los pueblos originarios no conocían las fronteras, no tenían el concepto de soberanía, ni sabían para que servían las banderas.
¿Indio, carajo cuál es su bandera, la argentina o la chilena? – preguntó un general: y Casimiro respondió: Soy hijo de la madre tierra

El 6 de septiembre de 1930, cuando la policía y el ejército nacional echó del gobierno al Presidente Hipólito Irigoyen, con el apoyo del diario Crítica, también hubo banderas argentinas. Muchos de los sectores medios argentinos que agitaban la bandera no sabían que se abría en la historia argentina, un capítulo de golpes de estados.

Las dictaduras del siglo XX, estarían teñidas de la palabra patria y de banderas argentinas, por debajo de sus colores, la represión, los fusilamientos, la muerte, el exilio y la entrega de la económica.
Recordemos: 1930 – 1943 -1955 – 1962 - 1966 – 1976.

Nuestra bandera, también ha acompañado el espíritu patriotero y oportunista de algunas causas justas de nuestro pueblo, pero utilizadas por un estado demagógico y autoritario. Mundial de Futbol del 78. Guerra del Atlántico del Sur (2 de abril-14 de junio 1982). Los militares de entonces intentaron apropiarse de la bandera de Belgrano. La lucha y la resistencia de nuestra sociedad civil hicieron que la bandera volviera a flamear en el patio de la democracia argentina.

En un tiempo no muy lejano, asistimos al sonido de las cacerolas y el flamear de banderas argentinas que se oponían a la cuarentena, al proyecto de expropiación de una empresa deudora del Estado y corrupta (“Todos somos Vicentin”) y a la vacunación masiva.

Hoy la discusión política está centrada en dar obediencia debida a raja tabla o en forma light, a las leyes que propone el gobierno de Javier Milei.
No sería extraño que la bandera nacional tuviera durante su mandato solo un uso ornamental, decorativo y frígido en los actos protocolares.

Tampoco sería extraño que un día de estos el Presidente propusiera modificar sus colores, con la aprobación de la mayoría de los señores diputados y senadores, para alejarla del espíritu con que fue diseñada: la bandera de una patria grande, independiente y libre.

Posdata: La bandera de Belgrano no ha sido el único símbolo robado por la intolerancia de turno. En 1990, un oscuro abogado pretendió prohibir la difusión en las radios, la versión rock del Himno Nacional Argentino, recreación musical de Charly García. Por suerte la conciencia civil y la cultura democrática triunfaron ante la idiotez y el absurdo. Esperemos que ahora también.

*Osvaldo Mondelo. Periodista Diplomado (UNLP).