Con voceros de prensa como Manuel Adorni y comunicadores obsecuentes es poco lo que nos queda para celebrar en “el día del periodismo”.
La profesión, partícipe y cómplice del peor de los vicios que es el partidismo político, ha perdido uno de los principios básicos que es la credibilidad.

Es un tiempo donde escasean periodistas y abundan los operadores mediáticos. Hoy es una profesión que se extingue. Cualquier gilito embanderado se autoproclama periodista sin haber pasado por una universidad, la redacción de un diario o una radio. “Ex” con pasado de modelos, futbolistas, y fracasados de la función pública son periodistas. “¿Qué querés vos? Hace el favor”.

Contrariando el mito liberal de la objetividad del periodismo, afirmamos que no existe y no existió nunca. ¿Acaso el periódico “La Gaceta de Buenos Aires era objetivo? ¿Los artículos escritos por Mariano Moreno, Manuel Belgrano y los redactores del primer diario argentino, no tenían ideología?.

Desde el primer diario argentino hasta nuestros días de páginas o diarios digitales la subjetividad esta presente. Todos los que ejercemos este oficio tenemos una mirada ideológica al elegir un título, redactar una noticia, realizar un comentario o fundamentar un editorial.

La diferencia esencial está en opinar (equivocados o no) con ética profesional, u opinar por servilismo político o interés mercantil. La grieta política ha habilitado los infiernos del Dante. Los periodistas más provocadores, insultadores y agresivos son los favoritos.

Como en la glosa del tango que inmortalizó Tita Merello: “El verdadero amor se murió en la sopa. La panza es reina y el dinero Dios”.
En la prédica del “periodismo independiente” se banaliza la información, se oculta la verdad, se ejecuta a los opositores, se miente y se incentiva el discurso del odio.

En la prensa “progresista” brilla por ausencia la autocrítica. Ella y sus voceros son también responsables del fracaso del mal llamado gobierno popular. No tuvieron coraje para advertir que nos caíamos al precipicio. La obsecuencia partidaria, es tan nefasta como el silencio cómplice. En lugar de esclarecer se dedicaron y se dedican aún a responder insultos con insultos. Salvo honrosos lugares, el periodismo es una profesión que se extingue. Cualquier pelandrún opina.

¿Qué vachaché? Se resigna el poeta Enrique Santos Discépolo y advierte con ironía: “Hoy ya murió el criterio”.

Sin embargo, para no vender el alma ni rifar el corazón, como un disfrazado sin carnaval habrá que resistir al desánimo social. Construir desde cada lugar de trabajo por grande o pequeño que sea, un espacio de comunicación, un periodismo reflexivo, creíble, ético, que nos ayude a entender la realidad de los argentinos.

*Osvaldo L. Mondelo. Periodista Diplomado (UNLP).-

Crédito portada: Ilustración Hermenegildo Sábat.-