Los argentinos de estos inciertos días, estamos acostumbrándonos a escuchar burradas de toda índole, en especial las gestadas en el discurso oficial. La mayoría son violentas, groseras y delirantes. Unas pocas, por su grado de idiotez resultan ridículas… vienen del lenguaje chabacano y poco inteligente del círculo de la política.

Pero, que las burradas vengan del ámbito de nuestros investigadores científicos, a quienes admiramos por sus trabajos y siempre defendemos, sorprende y molesta.

Especialistas del Conicet descubrieron en la Patagonia un nuevo dinosauro carnívoro y lo bautizaron Koleken Inakayali. La identificación del esqueleto del “abelisáurido” con la palabra tehuelche Koleken y el nombre del cacique Inacayal, constituye un erróneo homenaje a la lengua extinguida de los tehuelches por una cultura criolla, opresora y colonizadora que la negó como parte de nuestra identidad pluricultural.

A lo que debemos agregar un sistema educativo discriminador que tardíamente aceptó en las escuelas la enseñanza bilingüe del español y las lenguas indígenas.

Por su parte Inakayal, fue prisionero de guerra del General Roca en los campos de concentración de indígenas, instalados en la isla del Tigre y cautivo como pieza antropológica viviente del Perito Francisco Pascasio Moreno en el Museo de La Plata.

Merece este cacique tehuelche, víctima del genocidio, otro reconocimiento por parte de la ciencia y la cultura argentina. No precisamente identificar su nombre con un carnívoro del cretácico y el pasado remoto.

La muerte de Inakayal tiene dos versiones; una poética escrita por el naturalista Clemente Onelli, y otra forense que induce por las quebraduras de su cuerpo que fue tirado en las escalinatas del museo de La Plata.

Su osamenta volvió a la Patagonia, luego de cien años de exhibición en vitrinas del museo y olvido de los patagónicos.

Resulta significativo de nuestra ciencia, que los restos fósiles de estos animales no lleven los nombres de ilustres personajes de nuestra historia que bien podrían estar más identificados con los dinosaurios dominantes.

La gran explosión borró a los dinosaurios del planeta, pero algunos pensamientos del hombre del siglo XXI siguen habitando las cavernas. Tal vez deberíamos preguntarnos como Susana Giménez ¿los encontraron vivos? Parece que sí.

Los investigadores del Conicet no sepultan el pasado, por el contrario, lo desentierran para entender la evolución de la tierra y sus criaturas. Una burrada no mancha la ciencia, pero una rectificación del nombre Koleken Inakayali sería un acto de justicia a la memoria de los pueblos originarios, en una Argentina plagada de injusticias.

Osvaldo Mondelo. Periodista Diplomado. UNLP