Que la política argentina se ha convertido en los últimos tiempos en un ámbito vulgar y ramplón es sabido por todos. Que los políticos de las últimas décadas se han preocupado más por ver quién junta más gente en una plaza y por impulsar proyectos por el “Día del Pastelito“ en el Congreso en lugar de convertirse en estadistas, también. Todo se niveló para abajo, incluso, la calidad de los candidatos.
Pasaron dos semanas de las elecciones generales y la democracia argentina no deja de sorprender, así como no deja de sorprender la poca categoría de los dos candidatos que competirán en segunda vuelta.
Pareciera ser que los resultados del ballotage, al igual que la contienda electoral del pasado 22 de octubre, se explicaran más por la oferta electoral que por la demanda.
La voluntad popular de cara al 19 de noviembre se divide claramente en dos posturas: los que están desesperados porque no entienden cómo una parte de la población vota corruptos; los que no comprenden porqué la otra parte vota antidemocráticos. A partir de esa toma de partido, es que los sesgos de confirmación de cada lado de la nueva grieta se materializan en forma de “Ah, pero…”.
La campaña de Massa empieza a darse cuenta de que aquella remontada épica que presentaban como una elección histórica, terminó siendo un magro resultado tratándose de un candidato peronista unificado. Sin mucho éxito hasta el momento para llevarse la mayoría del voto opositor y asegurar la victoria, la reeditada narrativa de la Unidad Nacional fomenta la idea de que Massa será quien detenga al nuevo enemigo de la patria: la antidemocracia. El relato de David contra Goliat es muy efectivo pero la verdad es que este David massista se parece bastante al Goliat mileísta.
Como a la oposición le cuesta hacer pie el que mejor lo marcó resultó ser Schiaretti, que se tiró contra Massa por el juicio militante a la Corte. Para quien no lo sepa, la comisión de juicio político pretende, entre otras cosas, volver a la Alemania de 1933. El kirchnerismo busca destituir a un juez porque en lugar de hacer lo que le pedía una multitud que se manifestaba en la calle aplicó el derecho penal vigente. ¿Cómo se explica que el que no quiera a las instituciones sea únicamente Milei?
Motivado por el romance de Massa con Llaryora - el gobernador electo- Schiaretti reiteró su rechazo al juicio que “impulsa el gobierno kirchnerista del ministro Sergio Massa". Un malintencionado del kirchnerismo dijo a raíz de este conflicto que Massa se ahoga con nafta usando ese recurso.
Así, en una hábil operación como la que le lanzó a Aracre en su momento, las encuestas que dieron ganador a Massa ahora muestran primero a Milei. En los últimos días desde el oficialismo buscan reforzar esa épica con otra: la experiencia. La impericia del gobierno va más allá de la (¿soberana y patriótica?) falta de combustible. Es rara la noción de soberanía energética que tiene el kirchnerismo, pero le alcanza para correr a la Libertad Avanza - que perdió terreno en estos últimos días – con el fantasma del salto al vacío.
Más allá de que hace años Argentina saltó al vacío y sigue cayendo como el coyote en plena persecución del correcaminos, pocas motivaciones ofrece este gobierno para destacar a la experiencia por sobre la improvisación. ¿O será que Argentina está gobernada por improvisados hace tiempo? Milei podrá pasarse horas hablando con su perro Connan, tomando un vermut, pensando las primeras diez medidas si llega a Casa Rosada, pero por lo menos se aconseja con el amigo más fiel del hombre.
El resultado de las generales fue claro: la división del cambio determinó que un tercio de los electores ganara la elección. Ergo, hace falta poner el ojo en el debate porque los medios – por más que le pese a más de un periodista – ya no mueven la aguja más que para ver el clima.
¿Y los jóvenes? Se informan por temas, ya ni si quiera en las redes. Si le interesa un tema le prestan atención si no, lo dejan seguir. Como lo dejan seguir a Vilouta, que grita los goles en el entretiempo, pero analiza la economía a partir de la quita del impuesto a las ganancias del que él se benefició.
La calidad del liderazgo influyó en octubre e influirá en noviembre porque lo que determinará esta elección será la capacidad individual de cada propuesta. Así como nadie le puede negar a Massa su habilidad para negociar, nadie puede discutirle a Milei su habilidad para instalar temas. El problema común que tienen Massa y Milei -además de que tienen mucho en común por el armado de listas en conjunto y la poca transparencia del financiamiento - es que tienen voceros que son un pato criollo.
Más allá de las propuestas, lo que para Milei resultó ser el trampolín que lo llevó a la cúspide en agosto lo terminó bajando en octubre. Entender esto es determinante sobre todo por el formato en el que se desarrollará el debate entre un Massa que en cada aparición pública parece estar bajo sobredosis de tés de tilo y un Milei que empezó a asustar con la manera en la que se expresaba.
Milei tiene otro obstáculo. Los que están debajo de la línea pobreza y al borde de la hiperinflación votaron a Massa. “Argentina no es un país de mierda” resultó ser un slogan inteligente: refuerza la idea de esperanza como sucesora del miedo al estar apalancada sobre acciones del Plan Platita.
Este es el desafío de la campaña de Milei, volver a centrar la discusión pública en la economía en lugar de pasarse horas justificando las -muy berretas- operetas que le hace el kirchnerismo en medios amigos a sus voceros. Más discusión por cuánto sale un kilo de tomates o porqué la nafta en Argentina está tan barata y menos enrollo con la dictadura y el acceso a las armas. Para eso, Milei tiene que disciplinar a los liberales, algo muy difícil porque, justamente, son liberales. Cada loco con su tema.
Son pocos los indecisos que definen su voto por un debate, sin embargo, este puede definir un resultado contundente. Esta vez, además de pedirle que solucione un sinfín de cosas cuando al mismo tiempo se le critica que no puede solucionar nada, la gente mira la política como un espectáculo. Quizás por esto, lo que más espera no es el debate sino el resultado de las pericias psicológicas que pidió Massa.
Con el ballotage a la vuelta de la esquina, de los dos lados se señalan con distintas acusaciones. Con retóricas simples, lineales y con poco sustento argumentativo, los malos vuelven siempre del mismo modo: antidemocráticos, con poco respeto por las instituciones y violentos. Da la casualidad que esta vez, están de los dos lados de la grieta. Con esta pobre oferta electoral, hasta sería mucho más republicano y honesto poner una boleta con la cara de Cositorto.
*Cristian Riccomagno.
Periodista, Licenciado en Cs de la Comunicación, profesor de Comunicación Política (UADE).
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