Faltan menos de siete días para que los argentinos elijan un nuevo presidente y la incertidumbre aumenta. La carencia de certezas en el corto plazo se ha naturalizado a tal punto que ya no se pueden ni prever soluciones simples para problemas cotidianos. Que funcione el transporte público para llegar al trabajo, que en la oficina no se corte la energía o el agua, o que simplemente, haya clases.

Si seguir la rutina diaria conlleva todo tipo de sorpresas y asombros es porque la incertidumbre se ha vuelto condición estable en cada proceso social. ¿La consecuencia? Que las encuestas de las últimas semanas confirmen lo que muchos ya suponían: las emociones que gobiernan Argentina son la angustia, el miedo y la preocupación.

A pesar de que muchos insisten con que por el fenómeno Milei nada será igual en el tablero político argentino, que en las semanas previas a una votación los medios estén repletos de operaciones de prensa no es nuevo. Tampoco las justificaciones absurdas de los políticos que buscan esquivar las verdades incómodas a toda costa. Como dijo un alto funcionario de Casa Rosada hace algunos días en estricto off the record: “Pelotudos como Insaurralde sobran en todos los espacios, el problema son los pelotudos que se quedan a defenderlo”.

En medio de todo este cotolengo mediático propio de la casta, al que paradójicamente se sumó Milei pese a que profesa otra cosa, apareció el dólar. La relación amorosa del pueblo argentino con la divisa norteamericana es la síntesis del delicado contexto en el que se enmarca la próxima elección. Si el dólar sube, es porque el gobierno argentino está haciendo algo mal. Si el dólar baja, es porque el gobierno argentino sigue haciendo todo mal, pero circunstancialmente algún gringo tocó el botón incorrecto.

O porque escasean las reservas y la mala administración del tipo de cambio pone en jaque a más de un gobierno, o porque resultan muy atractivos para la casta, la moneda yankee siempre fue un problema para la política local, especialmente para el kirchnerismo. El dólar es al peronismo lo que las hamburguesas a un gordo en pausa: le encantan y aunque la culpa les carcoma la conciencia ya no se esconden para presumirlo.

Para ser justos, hasta antes del auge de Instagram algunos funcionarios se limitaban a usar sus “verdes” en Puerto Madero, sobre todo los intendentes del conurbano que se casaban con vedettes devenidas en conductoras de TV y éstas les reclamaban vivir en un lugar más seguro que sus municipios. Pareciera que Cirio se olvidó de ese reclamo que se hizo público algunas campañas atrás.

Así las cosas, mientras al argentino promedio que corre a la cueva para conservar lo poco que le queda lo acusan de cipayo y traidor, sería bueno que el candidato Massa recuerde las lecciones que dio su vicepresidenta cuando le tocó ser oposición: “Yo saqué mis ahorros del Banco Nación y los puse en un banco privado extranjero ¿Por qué dolaricé mis ahorros? Porque no sé qué hará esta gente con la economía. Yo quiero ser sincera, a mí me agarró el Plan Bonex y el corralito…”. Una vez más la política hace presente la incertidumbre. Nunca mejor citado el ahora tan famoso “¿Hola, que tal?”.

La culpa de que el dólar se dispare por arriba de los mil pesos, de que haya más pobres y de que el peso valga cada vez menos no es de la oposición, de los empresarios ni de Milei. Tampoco del financista croata que inventó el gobierno en las últimas horas. Es de la pésima administración de los Fernández y del ministro Massa que desde que asumió se dedicó a dejar al país en la puerta de una híper. El mercado vomita activos argentinos, los bonos se desploman y aumenta la desconfianza en Milei porque no se ve consistencia en su plan económico.

De las PASO a hoy la casta no aprendió nada, especialmente cómo tratar a Milei. En un intento desesperado por quedar bien con el núcleo duro de su espacio, Alberto Fernández, de quien se desconocía su paradero por falta de actividades en la agenda oficial, denunció al candidato libertario por decir lo que muchos argentinos piensan. Ahorrar en pesos es condenarse a la pobreza.

El hijo de un juez y hombre del Estado de derecho inauguró un nuevo parangón. Milei tiene una causa por hablar en contra del peso. A los jubilados que pasan hambre y a los laburantes que no llegan a fin de mes el presidente les responde con condenas a la opinión. Otra paradoja de extremos que se dicen democráticos, pero son marcadamente autoritarios. El parecido de Milei con el kirchnerismo no solo se ve en la relación con los periodistas.

El oficialismo está entregado. En el back office de las tres listas, Bullrich se está metiendo en segunda vuelta dejando tercero al oficialismo por dos o tres puntos. Ya no hay ni siquiera un parche técnico del gobierno nacional ni de su candidato. La situación es dramática y la política propone situaciones payasescas.

Si Macri o algún opositor hubiese planteado un test vocacional para algún cargo público hubiese sido acribillado por los medios de propaganda K en cuestión de segundos. De hecho, se deslizó esa idea hace unos años y los periodistas militantes arremetieron contra la idea aduciendo un conflicto contra la libertad de elección y falta de democracia en la medida. Otra hazaña del efecto Milei que hace que periodistas de C5N entrevisten a Fernando Iglesias y no se puteen en el intento.

Desesperado, el peronismo evolucionó el “plan platita”. Ya no son dádivas a cambio de votos, la extorsión es más clara. En La Rioja, el gobernador Ricardo Quintela anunció que dará un bono de 15 mil pesos a los estatales de planta transitoria y permanente y que se congelarán tarifas de servicios, siempre y cuando el resultado electoral sea del agrado del mandatario. La Rioja es una provincia que institucionalizó la precarización laboral con el Programa de Empleo Municipal (PEM). El Estado de Perón y Evita emplea en negro. Donda vive.

Después del próximo domingo muchas cosas serán distintas. El escenario político del país reafirmará su división en tercios y una nueva forma de canalizar el hartazgo de la sociedad con los políticos quedará nuevamente legitimada.

Si alguno cree que replicando la estrategia de la mentira y la humillación logrará salir a flote electoralmente, debería saber que probablemente logre todo lo contrario. Lo único que no será diferente después de esta elección es el nivel de descontento de la sociedad respecto de esos artilugios y el hartazgo frente a una dirigencia que la sigue subestimando. La necesidad de correr a comprar dólares para no perder con la inflación. La necesidad de dar vuelta la página de la decadencia.

*Cristian Riccomagno es periodista, Licenciado en Comunicación y docente de Comunicación Política en la Universidad ArgentIna de la Empresa, UADE. TW:@CRiccomagno Ig:@riccomagnocristian