Javier Milei sale a escena en el mismo escenario en el que la noche anterior brilló Luis Miguel, o su doble. Empezó su acto de cierre de campaña cantando a capela. Ni un buenas noches. No hubo un locutor que le anticipara al público lo que iba a ocurrir como pasa comúnmente en cualquier evento de estas características. Cualquier desentendido de la política que pasaba esa noche por la puerta del Movistar Arena sin saber qué ocurría allí dentro, nunca hubiese podido descubrir que se trataba de un acto político.

Un público variado, del más heterogéneo. Distintas edades, profesiones, niveles socioeconómicos, cultos y gustos culturales. Distintas formas de vestirse, con y sin adornos en el cuerpo. Distinto pasado y procedencia ideológica. Una misma sensación: la bronca y el hartazgo.

Milei nunca se imaginó que después de triunfar en un set de televisión su vida seguiría en la política. Menos que en las PASO iba a ganar en 16 provincias, muchas de ellas, con elecciones anticipadas en las que sus candidatos tuvieron una performance flojisima. Analizarlo a Milei implica cambiar algunas formas de analizar la política. Implica entender que lo que se manifestó en las urnas el 13 de agosto es un fenómeno individual. Es Milei y punto. Los candidatos que compartieron boleta con el líder de la Libertad Avanza se vieron beneficiados por el famoso arrastre. Algunos no tuvieron tanta suerte.

Milei recorrió todo el espectro socio-económico. Un voto largo y profundo. Desde los centros urbanos de clase media como Córdoba o Mendoza hasta los distritos más pobres como el NOA o algunos municipios del conurbano. Milei canalizó el voto bronca de los pobres que se cansaron de perder con la inflación. De los pobres de siempre que eran pobres pero vivían con dignidad y de los nuevos pobres que cayeron de la clase media. Algo de lo que el peronismo reniega por el duro golpe que la ola violeta implicó para su sistema clientelista y algo que Cambiemos envidia porque nunca pudo lograrlo.

Nadie fue profeta en su tierra. Cristina Kirchner perdió en Santa Cruz, Sergio Massa y su esposa en Tigre, el clan Posse en San Isidro, Horacio Rodríguez Larreta en CABA, Néstor Grindetti en Lanús y Juan Schiaretti en Córdoba. En los últimos meses muchos analistas recorrían los programas de televisión y se dedicaban a resaltar las consecuencias de la crisis. En los días previos a las PASO hubo asesinatos en las tapas de los diarios, aumento de precios y devaluación de la moneda. Con este clima social los resultados de Milei, Patricia Bullrich y Massal no deberían generar tanta sorpresa.

Juntos Por el Cambio tiene el mayor desafío de cara a octubre. Bullrich tiene que recuperar los votos que el espacio perdió en un año y retener los de Larreta. Más allá de las tensiones que dejó la interna a este último deberían agradecerle. Sin darse cuenta el sistema de elecciones concurrentes le permitió a la coalición neutralizar la performance de Milei en CABA. El corte en favor del Jefe de Gobierno fue casi del 22%. Milei quedó tercero con 17 puntos (Marra, su candidato local, apenas llegó a los 12), Larreta apareció segundo con 20 y Bullrich ganó con 28. En los barrios más pobres de la capital como Villa Lugano, Villa Riachuelo o Villa Soldati hubo un corte Milei - JxC.

Una vez más la Ciudad aparece a contrasentido del país. Votó distinto.
En uno de sus tantos libros Jaime Durán Barba habla de la implementación del método científico en el trabajo en el ámbito político, de pensar movimientos a partir de hipótesis. En ese mismo capítulo habla de la paradoja de la incompletud que tiene que ver con que aparece algo que estaba fuera de lo previsible. El cisne negro. Milei.


Esta elección está plagada de hipótesis que ahora son puestas en contraste. La idea de que el apoyo de un político ayuda a un candidato a ganar una elección es una de esas. Durán Barba insiste en la idea de que el cansancio de la sociedad con la política es tal que no los quiere ver ni en figuritas. María Eugenia Vidal y los que la ayudaron a inclinarse por una opción de su interna no lo escucharon a Jaime.

Además de la confirmación de esta teoría las PASO suponen muchas nuevas hipótesis para la política de cara a octubre. Ponen en duda la eficacia de la pauta y los grandes mecanismos de propaganda; la efectividad de pasear a un candidato por todos lados haciéndolo sobreactuar emociones; la efectividad de los aparatos y los instrumentos electorales en la tracción del voto.

Solo una cosa está clara: la gente quiere resetear el sistema. Busca reiniciarlo todo y terminar con la apatía y el desencanto.

*Cristian Riccomagno es periodista, Licenciado en Comunicación y docente de Comunicación Política en la Universidad ArgentIna de la Empresa, UADE. TW:@CRiccomagno Ig:@riccomagnocristian