SANTA CRUZ/Agencia Ambiente.- La revista National Geographic le dedica su número de marzo a la importancia que tienen los bosques sumergidos de macroalgas de la Patagonia argentina para el futuro de todo el planeta, considerándolos “un faro de esperanza para la conservación del medio ambiente”.
En septiembre de 2022, una expedición conformada por un equipo de doce buzos, científicos y documentalistas emprendió un viaje rumbo a Península Mitre, en Tierra del Fuego, con el objetivo de “explorar e investigar uno de los ecosistemas más inhóspitos e inexplorados del planeta: los bosques de macroalgas gigantes del fin del mundo”.
Embarcados en dos veleros (el Ksar y el Pic La Lune) el equipo multidisciplinario navegó a vela y motor durante quince horas, hasta llegar a un primer sitio de buceo. Debido a las dificultades para acceder y a su clima hostil, esta recientemente creada área natural protegida es uno de los lugares más inexplorados del mundo y, por ende, uno de los menos estudiados. Fue ahí que el equipo, buceó entre macroalgas gigantes que llegan a medir más de 20 metros de largo, en aguas que se encontraban a cinco grados de temperatura.
La razón de ser de la variedad de especialidades que conformaron el grupo de trabajo (biólogos marinos, oceanógrafos, buzos científicos, fotógrafos, documentalistas, artistas audiovisuales, educadores y apneístas) es la voluntad de que este proyecto de National Geographic Society, obtenga “resultados científicos relevantes, pero también poder comunicarlos más allá de las fronteras del ámbito académico”, escribe el científico y explorador Cristian Lagger.
“De esta manera -continúa el investigador- nos propusimos crear contenido audiovisual y material artístico subacuático para crear empatía y concientizar sobre la importancia de conocer y proteger estos increíbles ecosistemas submarinos”. “Estos ecosistemas de vegetación costera contribuyen a mitigar el cambio climático al almacenar grandes cantidades de carbono orgánico a escala global”. De allí que, actualmente, se los reconoce como depósitos de lo que se denomina “carbono azul”.
Habiendo llegado a un lugar poco explorado, Lagger relata su experiencia, con profunda emoción: “Cuando salimos a cubierta, quedé hipnotizado con lo que veían mis ojos. Enormes manchones de bosques de macroalgas gigantes extendían sus frondas (hojas) varios metros sobre la superficie. Se superponían unas con otras para formar una sola alfombra interminable que seguía el dibujo que marcaban las olas. Estábamos flotando, literalmente, sobre “las copas” de enormes bosques sumergidos”. Una vez debajo del agua, la experiencia lo conmovió aún más: “Mi sensación era la de entrar por un portal a una dimensión desconocida, donde el asombro ganaba cada vez más protagonismo conforme descendía. Sentía que podía “volar” entre cientos de columnas formadas por enormes macroalgas de más de 15 metros de altura”.
Lagger, además de ser explorador de la National Geographic Society, es investigador del CONICET y director científico de la fundación de conservación marina Por El Mar, quienes también brindaron su apoyo a la expedición. Los bosques sumergidos que inundaron las retinas y los corazones de toda la expedición, poseen un enorme valor a nivel regional, y brindan varios servicios ecosistémicos. Los bosques de kelp son uno de los ecosistemas más biodiversos y productivos del planeta y -al igual que los bosques terrestres- los bosques sumergidos sustentan un gran número de especies.
Además de brindar refugio y funcionar como zonas de cría o áreas de desove (promoviendo el reclutamiento de una gran cantidad de organismos) también afectan a los seres humanos de manera directa e indirecta, mediante “la protección contra las marejadas ciclónicas y el aumento del nivel del mar, el reciclado de nutrientes, la provisión de seguridad alimentaria para comunidades costeras, la recreación turística, entre otros”.
Lagger detalla que estos bosques de macroalgas que se expenden en nuestro país desde Tierra del Fuego hasta el extremo sur de Chubut, “almacenan grandes cantidades de carbono orgánico, lo que les ha valido la reputación de ser uno de los bastiones naturales para mitigar de forma natural la actual crisis climática”. Es que esta región, tiene la característica de encontrarse todavía prístina a diferencia de otras partes del mundo donde han sufrido grandes consecuencias impacto humano.
En los últimos 50 años, aproximadamente el 40% de estos bosques ha desaparecido a nivel global, lo que potencia el valor mundial de las macroalgas presentes en Argentina. Las causas de esta disminución incluyen incremento en la temperatura global, olas de calor, sobreexplotación, contaminación, introducción de especies exóticas, alteraciones en las redes tróficas o cambios en las concentraciones de nutrientes en el agua, entre otras.
Pero, según se informa en la crónica de viaje, los modelos predictivos estiman que “el sur de Sudamérica se convertiría en uno de los pocos lugares donde el calentamiento progresivo de los océanos sería más lento que en otras regiones del globo. De esta manera, esta región es un verdadero refugio de agua fría para estos bosques sumergidos, amenazados por la “tropicalización” de los mares en otras regiones del mundo”. Los bosques sumergidos del sur argentino son el último refugio de este ecosistema tan necesario.
Al tratarse de un ecosistema que es objeto de estudio desde hace muy poco tiempo, todos los trabajos que impliquen ampliar el conocimiento sobre los bosques de kelp son de gran importancia. Cuál es su densidad, su distribución actual e histórica (los cambios a lo largo del tiempo), son datos que se investigarán en los trabajos proyectados en las costas australes por la fundación PEM, que trabaja en Tierra del Fuego y Santa Cruz con el objetivo de sumar y articular esfuerzos colaborativos para la conservación marina y generar estrategias efectivas de conservación.
El número de marzo de la revista National Geographic, sustenta desde la divulgación, la tarea que se propuso la expedición liderada por Cristian Lagger, quien considera que “En un planeta donde la gran mayoría de los ecosistemas marinos está en alerta roja, estas evidencias temporales convierten a estos bosques sumergidos en uno de los ecosistemas marinos menos perturbados de la Tierra y, por lo tanto, en un área marina prioritaria para desarrollar planes de conservación”.
De la expedición participaron: Cristian Lagger, investigador del Instituto de Diversidad y Ecología Animal (IDEA/CONICET), explorador de National Geographic Society y director científico de la Fundación Por el Mar; Laura Babahekian, de Sustainable Ocean Alliance (SOA Argentina); Agustina Buscaglia, de Unplastify; Diego Giménez, becario del Instituto de Diversidad y Ecología Animal (IDEA/CONICET); Camila Jaber, apneista profesional; Julieta Kaminsky, becaria del Centro Austral de Investigaciones Científicas (CADIC/CONICET); Natalia Aga Milovic, estudiante de biología de la Facultad de Ciencias del Mar y Recursos Naturales, Universidad de Valparaíso e integrante de la Fundación Por el Mar; Manuel Novillo, becario del Instituto de Diversidad y Ecología Animal (IDEA/CONICET); Joel Reyero, fotógrafo profesional e integrante de la Fundación Por el Mar; Uriel Sokolowicz Porta, de XPLORAR Conciencia / ALEPH MEDIA y Armando Vega, fotógrafo profesional para National Geographic Society.
Fuente: Agencia Ambiente.
Los créditos de las fotos pertenecen a Joel Reyero.