Poco te enseñan en la escuela sobre la historia cercana de la cual venimos; menos aún si es del lugar donde elegiste vivir. Algunos, ya de grandes, creamos nuestro ambiente histórico, quizás jugando con imaginarias alternativas en las que el presente hubiera sido “algo mejor”. En esos
juegos, la existencia de héroes, o quizás solamente humanos ejemplos, es vital. Surgen tal vez sin pensarlo mucho, por casualidad, por empatía o vaya uno a saber por qué.

Los escritos que siguen, son apenas un esbozo biográfico para compartir.
Están conformados por la compacta reunión de algunas ideas, datos y fundamentalmente, el enlace de algunos relatos de vida en los que la moralidad, la decencia, el patriotismo y la humanidad aparecen vivaces por doquier.

Germán Edelmiro Demóstenes Mayer Posadas. Tercer Gobernador del Territorio Nacional de Santa Cruz entre 1893 y 1897.

Nació en Buenos Aires por 1837. Su madre Dolores Eustaquia Posadas, criolla, hija nada menos que de don Gervasio Posadas, y su padre, Juan Andres Mayer Arnold, un gringo llegado de Europa (ingles pero de ascendencia austro-húngara).

Épocas convulsionadas del rosismo en un hogar políticamente opositor al régimen, lo marcaron tempranamente.

Adquirió de niño, sólidos conocimientos de las ideas liberales de la Revolución Francesa al pertenecer su padre a la masonería. Gran lector, estudio matemáticas, literatura, idiomas (hablaba inglés, alemán, francés e italiano) y música, se hizo diestro en las armas y la caballería.

Aún adolescente vivió de cerca la derrota de Rosas por Urquiza, y la oposición de Buenos Aires a la Confederación.

Con quince años se incorpora al ejército de Buenos Aires. A los veinte, en pleno auge de estas organizaciones, es socio fundador de la logia masónica Consuelo del Infortunio, conducto por el que luego cobraron importancia en su vida apellidos como Sarmiento, Mitre, Urquiza, Derqui, Benito Juárez y muchos más. Participa activamente en política y periodismo.

Se incorpora al ejército de Mitre como oficial de artillería y pelea en Cepeda. Vencidos e integrada Buenos Aires a la Confederación, decide seguir su carrera militar y con 24 años se incorpora al Regimiento 4 de Línea destinado a la lucha en la frontera interior contra el indio.

Pronto es ascendido a capitán. Alto, gringo, bien plantado, galán correspondido, guitarrero y cantor en los fogones. La vida en los fortines lo hizo ducho en otra vida militar, que le mostró el costado más oscuro del servicio.

Llegan las convulsionadas épocas de los caudillos federales, participa en Pavón en la caballería de Paunero. Esa guerra de montoneras no le agradaba, menos la imposición de la libertad “a palos” que proponía Buenos Aires.

Pese a ello, cada informe de combate mostraba su eficiencia. Tal es así que
Paunero decide ascenderlo a teniente coronel en comisión, pero Mitre rechaza el ascenso diciendo que Paunero no tenía facultades para ello.

A la herida de su orgullo se suma la muerte de su hermano menor Carlos, tambien militar, en una montonera en Catamarca. La culpa lo invade porque lo había instado a que se aliste en el ejército y abandone sus estudios de abogado.

Finalmente en temas amorosos, le es negada la formalidad de una relación con la hija de un estanciero rosista y católico dogmático, de la zona de Santos Lugares.

El embarazo de la novia con la amenaza del escarnio por la familia y el nacimiento de un hijo con el que nunca pudo llegar a relacionarse conforman la trilogía de pesares que lo llevan a renunciar al
ejército e irse del país.

Sabía que en Estados Unidos, el ejército de la unión reclutaba extranjeros en su lucha contra los estados esclavistas del sur. La causa del liberalismo político y la libertad de los esclavos formaba parte de su bagaje moral profundo. Había crecido y peleado junto a los negros, conocía sus
cualidades como soldados.

Promediando la veintena de años, Edelmiro parte al pais del norte con buenas cartas de recomendación, la mejores sin duda eran las de sus amigos masones.

Presenta su solicitud de ingreso a la academia militar de West Point, y conoce allí al hijo del presidente Abraham Lincoln, con quien entabla una sólida y duradera amistad.

Por su experiencia, grado militar en Argentina y sus vastos conocimientos, es aceptado y designado instructor.

Rápidamente es nombrado capitán en el Regimiento 4to de Infanteria de Color. Es valorada su capacidad de organizar a los negros en el combate y premiado su valor hasta lograr la jerarquía de teniente coronel y su designación en la plana mayor del Regimiento 45 de Infanteria de Color.

Su amistad con el hijo de Abraham Lincoln lo encuentra en Washington cuando es asesinado el 16to Presidente de los Estados Unidos y es testigo presencial de ello.

En los finales de la Guerra de Secesión, destinado su regimiento a la frontera con México, no le es indiferente la situación de ese país respecto a la segunda invasión imperialista francesa que sufría.

Pese a las órdenes de neutralidad que tenía, cruzaba continuamente la frontera y aprovechando que hablaba perfecto alemán, se infiltraba entre las tropas austríacas que apoyaban a Francia para convercerlos de su retirada de México.


Nunca sabremos si oficiaba de espía con el apoyo del gobierno norteamericano, respondía a la misma logia masónica de la que formaba parte Benito Juarez o lo motivaba el amor de alguna mejicana (quizás una conjunción de motivos impulsaba su determinación).

La realidad política de México era complicada, una alianza de potencias europeas quería cobrar su deuda externa y con este pretexto, los franceses hechar mano a algunos territorios, mirando también hacia los Estados Unidos debilitado por su guerra interna.

Así las cosas, en determinado momento, Mayer pide la baja del ejército de la Unión y con un grupo de voluntarios y pertrechos pasa a México en apoyo de las tropas republicanas de Benito Juárez que luchaba por la libertad e independencia de su país contra el emperador Maximiliano I.

Le es reconocido su grado de coronel con menos de 30 años de edad designado comandante del prestigioso batallón Zaragoza y termina siendo ascendido a general. Sus dotes de conducción de tropas en situaciones límite, siempre lo pusieron a prueba y nunca dudó en adoptar actitudes
ejemplares frente a sus subordinados. Tal es así que se bate a duelo con su segundo del batallón, el coronel Cañas que lo menospreciaba en ausencia tildándolo de “gringo” que no debía ser reconocido como comandante de los mexicanos.

El duelo es al estilo tejano, a muerte, con dos revólveres de seis tiros, separados por 30 pasos y a la órden de un juez avanzar disparando. Mayer
mata a Cañas pero recibe cinco disparos y logra reponerse de las heridas.

Siempre cercano al peligro, participa en las internas politicas de México y apoyando a Porfidio Díaz, opositor por entonces de Juarez, es encarcelado y condenado a muerte, dicen que dos veces.

Interceden por su vida el presidente Domingo Faustino Sarmiento y el Gobierno de los Estados Unidos. Juárez acepta el pedido de su aliado del norte con la condición que Mayer se vaya de Mexico. Así sucede y en 1873 (promediaba los 35 años) abandona el país.

Previo paso por Cuba y Nueva York, viaja a Londres, la capital financiera del mundo. Hace allí relaciones con hombres de negocios aprovechando su amplia cultura y experiencia. Vuelve a Buenos Aires con la idea de recomenzar su vida y hacerse cargo de su hijo Alfredo de 10 años, a quien nunca había visto.

El hecho de haber perdido su ciudadanía por una ley del momento referida a su participación como militar en el extranjero, lo hace relacionarse a la política doméstica para ser ciudadano nuevamente y se convierte en el único argentino que obligó al congreso a dictar una ley para devolverle la
ciudadanía.

Sarmiento nuevamente había intercedido y la promulga.

Convocado al ejército por cuestiones políticas internas, lo hace como coronel y no le reconocen la jerarquía de General lograda en México. Sin embargo, obtiene la compensación económica tan necesaria en su vida de vacas flacas.

En 1875 es elegido diputado nacional por Buenos Aires con poca participación como legislador. Vive militarmente el proceso político de la capitalización de Buenos Aires junto a Carlos Tejedor.

La provincia no quería perder ese valuarte económico y transferirlo a la nación como capital nacional.

Termina este ciclo, Tejedor renuncia como gobernador, Buenos Aires es Capital Federal y Mayer ya para entonces, está fuera de la milicia.

Con 44 años concluye este período de su vida. Debe aguzar su ingenio para solventar su situación económica personal. Se hace lobista y promotor de proyectos de inversión representando intereses extranjeros en los llamados “sindicatos financieros” y consituye la empresa “Edelmiro Mayer y
Compañía”.

No resulta muy exitoso en ello; impulsa algunos proyectos sobre la construcción de puertos y pretende impulsar la construcción de un ferrocarril desde Buenos Aires al Cabo Vírgenes. Trabaja también como periodista y traductor, concreta algunas obras como escritor y las publica.

Así aparecen sus libros: “Flores y Perlas” en 1886 (recopilación de poemas), “El Intérprete Musical” en 88 (es un diccionario de términos musicales traducidos a cinco idiomas) y “Campaña y Guarnición – Escenas de la Vida Militar” en 1892, en el que relata varias de sus experiencias.

En 1889 con 52 años se casa con Ana María Burmeister, uruguaya hija de alemanes. Su padrino es nada menos que el presidente Miguel Juarez Celman. El matrimonio tiene dos hijos, Franklin, que muere de niño y Ruben Francisco.

Casi en bancarrota, se dice que sus amigos intercedieron ante el presidente Pellegrini (que finalizaba su mandato) para que lo nombrara en algún cargo de la administración y así en 1892 es designado Gobernador del Territorio de Santa Cruz.

Demora su viaje a Río Gallegos, arreglando sus asuntos personales y esperando la ratificación del nuevo presidente Luis Saenz Peña.

Así las cosas un día se embarca en Montevideo rumbo a Punta Arenas. A la espera de un medio para viajar a Gallegos, se presenta a saludarlo José Menéndez y le ofrece como transporte el vapor “Amadeo” que hoy se oxida en San Gregorio.

Su vida en Gallegos

En abril de 1893 llega a Gallegos. Allí lo recibe Victor Fenton, el médico irlandes que estaba circunstancialmente al frente de la gobernación, quien le ofrece su casa para vivir porque la residencia del gobernador se había quemado.

Hoy esa casa se mantiene como el Museo de los Pioneros.

El primer invierno en el sur le sirve para cavilar sobre la realidad que lo rodeaba: La enorme extensión del territorio despoblado que gobernaba, las pretensiones del gobierno chileno, (azuzadas por los intereses económicos ganaderos) sobre el dominio del mismo y la dependencia que sufrían
los pobladores respecto a Punta Arenas.

Sobre este estado de cosas se fija sus principales objetivos de gobierno: Poblar, y facilitar desde su cargo todo lo que tenga que ver con esta idea.

Ya en la primavera de 1893 hace construir el nuevo edificio de la gobernación y vivienda del gobernador. Se lo encarga al carpintero Luis Noya y lo ubica donde hoy se encuentra “el balcón de Roca” como recuerdo de su existencia.

Trae a su familia de Buenos Aires (su esposa y su hijo bebé) y como no podía ser de otra forma, su piano y cuantiosa biblioteca.
Recorre el territorio y las otras dos únicas localidades existentes: Puerto Deseado y Santa Cruz, las que mensura. Crea los primeros registros estadísticos.

Se apoya en la congregación religiosa salesiana (con base en Punta Arenas) para suplir la falta del estado en las cuestiones educativas y pide a la Nación $8000 para la construcción de la iglesia.

Lo sorprendió la realidad de la casi inexistencia del peso argentino en el territorio; solo circulaba el peso chileno y las libras esterlinas. No había banco, recién en 1899 se instaló el Banco de Tarapacá y Londres – que lógicamente no respondía a intereses nacionales.

Para suplir esa falta de moneda que originaba un gran problema en la economía diaria, hizo imprimir billetes de cincuenta centavos. (Este hecho es casi desconocido en la historia santacruceña).

Solicita a la nación la construcción de una cárcel. Pide urgentemente la declaración del territorio como “zona libre de impuestos” para evitar que el dinero del comercio termine en Punta Arenas que gozaba de esas ventajas.

El problema que más le interesó sin duda, fue el poblamiento del territorio. Tal es así que casi al costado de la ley otorgaba autorizaciones de arrendamiento para que sea ocupada la enorme superficie de más de un cuarto de millón de kilómetros cuadrados.

Para colonizar con el ejemplo, puebla en la zona del rio Coyle, con su cuñado Burmeister, la estancia que llamó Ruben Aike, (por su hijo Ruben), luego conocida como Las Vegas.

Avisa al gobierno nacional que Chile estaba concediendo la ocupación de tierras a colonos alemanes en el territorio argentino. Por ese motivo autoriza ocupaciones para la explotación en la zona de lo que hoy es Río
Turbio (donde ya se sabía que existía carbón) y también el sur del Lago Argentino, proponiendo la urgente construcción de un puente en la zona de Guer Aike y la realización de un camino hasta Última Esperanza, como medidas geopolíticas obvias para controlar, comunicar y mejorar la
circulación en esa parte de la geografía.

En 1895 tiene la responsabilidad de organizar y ejecutar las tareas censales ordenadas por ley. Fue el segundo del pais y el primero en Santa Cruz. Los datos (que se agregaron “a posteriori” de la publicación del informe nacional por lo dificultoso de la misión), arrojaron la cantidad de 1058
habitantes. Río Gallegos tenía menos de 300 almas.

En cuanto a las tribus que poblaban el territorio las estimaba conformadas por unos 650 tehuelches en total.

Apoyó decididamente todas las actividades de investigación científica que se realizaron en el territorio, tanto nacionales como de universidades extranjeras, y todo el proceso de fijación de límites con Chile.

Para las fiestas de fin de año y año nuevo de 1896/97 sufre aparentemente un infarto cerebral del que no puede reponerse y muere en la mañana del 4 de enero de 1897 con 59 años.

Es despedido y sepultado en Rio Gallegos, sus amigos insisten en trasladarlo a Buenos Aires y así lo hacen en setiembre de ese año. Sus restos se encuentran en un mausoleo del Cementerio de la Recoleta.

Más o menos, así fue la vida de un hombre común con ideales extraordinarios, liberal bajo los preceptos de la Revolución Francesa, americanista, nunca dudó en la entrega total al luchar contra la esclavitud, el racismo y el imperialismo de entonces.

Demostró una visión estratégica muy clara y práctica para la acción política que desarrolló en el Territorio de Santa Cruz. Lamentablemente la burocracia, las distancias y la incomunicación de la época no fueron sus aliados en la gestión.

Echó bases sólidas para el poblamiento inteligente del territorio en esos tiempos, cosa que no es menor. Se preocupó y ocupó por la educación básica y la salud.

Con los medios a su alcance evitó en cuanto pudo la salida de divisas hacia Punta Arenas.

Hoy su recuerdo tibiamente aparece a modo de homenaje, en la vasta geografía que supo acogerlo, el río Mayer, por la zona del Lago San Martín, un paso internacional hacia Chile, también lleva su nombre por ese lugar, otro río con el nombre de su hijo Ruben o Rubens, su antigua estancia Ruben Aike, la estación Gobernador Mayer del ramal ferroindustrial carbonero y una calle en Río Gallegos cerca de la costanera.

Un hombre de su época. Terminó sus días pobre como todos aquellos con nombres ejemplares en los que se cimentó la Patria. Puede ser un héroe o un antihéroe; podés adoptarlo o no, pero si leíste algo de estas líneas, no te será indiferente en lo sucesivo.

El gobernador del Territorio de Santa Cruz Edelmiro Mayer en su biblioteca de la Casa de Gobierno en Río Gallegos, C. 1896.