LA NACIÓN/Mariela Arias
EL CALAFATE.- A Fabián Gutiérrez le pegaron con un palo en la cabeza en el parietal izquierdo, lo maniataron, le propinaron golpes en la cara y en el cuerpo, le dieron puntazos en el cuello y lo ahorcaron varias veces con un cable, hasta ahogarlo. Murió por asfixia mecánica, precedido por una prolongada agonía. Quienes lo mataron buscaban algo que él tenía. Dinero en efectivo, en grandes sumas, producto de una reciente operación local, es la hipótesis más firme que investigan, a ocho días de encontrar su cuerpo. Sin embargo, aún hay preguntas sin responder en torno a su muerte.
Gutiérrez nunca ocultó lo que tuvo . Hizo ostentación de ello. Tuvo poder y lo usó. Sus mansiones, sus autos de lujo, sus gustos caros, su incremento acelerado de patrimonio y la multiplicidad de negocios despertaron las sospechas de la Justicia, que el año pasado lo procesó, junto a su familia, amigos y socios por lavado de dinero . Dinero proveniente de la corrupción. El origen del dinero no era una pregunta para los que les interesaba llegar a èl.
¿Por qué conmocionó la muerte de Gutiérrez?. Quizás porque se convirtió en el segundo secretario privado de un presidente argentino asesinado mientras era investigado por enriquecimiento. El primero fue Juan Duarte, el hermano de Eva Perón, "oficialmente se suicidó, pero la madre y las hermanas no compartían la opinión oficial", recreó el periodista Pablo Mendelevich en LA NACION , en una comparación de estas dos historias de vida veloces con finales trágicos.
El secretario, que ingresó a los 22 años al entorno de los Kirchner, encontró 25 años después la muerte. Formó parte del círculo íntimo de Néstor y Cristina Kirchner . Si bien renunció en 2010, siguió siempre cercano y no perdió influencias.
Conocía como nadie la mesa chica de los Kirchner. No la integraba, ni tomaba decisiones, pero a él lo llamaban todos para comunicarse con sus jefes. Mientras su poder y cercanía duró, nadie dudaba de que el mensaje que él llevaba, era en nombre de los Kirchner. Les dedicó años de su vida. Incluso, supo confesar cansancio y estrés. Tras su muerte, y hasta ayer, la vicepresidenta Cristina Kirchner no se había manifestado en ninguna de sus redes sociales, sobre el funcionario que más la acompañó.
Sin embargo, había caído en desgracia cuando en 2018 eligió convertirse en arrepentido. La situación se complicó aún más, cuando a finales de 2019, quedó imputado por lavado de dinero en una causa que instruyó el juez Claudio Bonadio y que aún está en la Cámara Federal, a la espera de ser confirmada o no. Pesaba sobre sus bienes un embargo por $900 millones. Hoy su empresa constructora Contru Sec, esta parada, tiene cheques rechazados por casi un millón de pesos, según los últimos registros consultados en el Banco Central.
El principio del fin. "¿Hola, saben qué pasa?. Me acaban de llamar para que venga", le dijo Gutiérrez a esta periodista y a dos colegas en la puerta de su casa, mientras adentro los agentes de la Policía Federal habían iniciado uno de los 30 allanamientos simultáneos en sus propiedades en tres provincias. Fue una noche helada del 31 de agosto de 2017. Lucía tranquilo, displicente, seguro. En ese momento aseguró desconocer los motivos del procedimiento. Se iniciaba recién la investigación por lavado de activos.
El operativo era en la casa de Aeropuerto Viejo, la enorme mansión de más de 800 metros cuadrados, que lo puso en la tapa de los diarios y sobre la cual el secretario dijo que solo fue de U$S300.000, aunque el mercado local la valuaba en U$S1 millón. La enorme casona, de trazos minimalistas y alejada del centro, cuenta con tecnología en los sistemas de seguridad, gestión energética, bienestar y comunicaciones. Pero allí no lo encontraría la muerte.
¿Qué dinero de Gutiérrez buscaban? En los últimos meses, al exsecretario presidencial lo preocupan sus finanzas. "Pagaba en cash", cuentan quienes lo han tratado. En esta ciudad, todos lo conocían. Sus autos de lujo, su cercanía al poder, su hablar calmo y cansino, seducían. Después de todo, había llegado a ser exitoso, sin un esfuerzo tradicional.
Cuando se sentaba en un bar local, los parroquianos, sin importar la edad, sentían la obligación de acercarse a saludar. Costumbre de pueblo chico. O, quizás, la creencia de que algo de esa prosperidad podía ser contagiosa.
"Siempre andaba con efectivo, su posición financiera no era igual a la económica", sugiere una fuente que tuvo trato directo y recuerda la vez que invirtió en dos grúas gigantes, junto a uno de sus socios y las trajo desde Europa con la ilusión de alquilarlas a las represas. La operación fue millonaria. No pudieron alquilarlas y debieron dejarlas en Buenos Aires.
Gutiérrez había llegado el 19 de mayo desde Buenos Aires. Viajó por tierra con su perro Morito. Cumplió la cuarentena, que aquí sigue siendo estricta para quienes llegan desde lugares de riesgo. Versiones de pueblo chico, indican que en los últimos días había vendido dos vehículos, entre ellos un camión. ¿El pago? en efectivo, una de las hipótesis que trabaja la querella.
Tenía trabado el embargo sobre el hotel Comercio, de Río Gallegos, el lodge de pesca, en Tierra del Fuego, los locales comerciales, las dos casas en un country y viviendas de alquiler. Quienes conocen de cerca el entorno de los negocios del mundo kirchnerista confirman que en los últimos meses lo complicaban las propiedades sin escriturar, que les estaban pidiendo que sean devueltas. Historias de testaferros que por ahora la Justicia trazó una ruta, pero no juzgó aún.
"Lo que me llama la atención es el ensañamiento, las varias marcas alrededor de su cuello. Lo apretaron y lo volvieron a soltar. Murió por asfixia mecánica en forma reiterada, salvajemente golpeado. Su agonía se extendió", detalló a LA NACION el doctor y profesor Claudio Santa María, director del Instituto Superior de Ciencias de la Salud, quien elaboró una maqueta con los primeros datos de la autopsia y fuentes propia.
No es perito de partes, pero ha participado en casos resonantes. Según los datos por él recabados, los múltiples hematomas en todo do el cuerpo (brazos, panza y piernas), demuestran que lo golpearon con vida. Considera que el fuerte hematoma que presenta en el parietal derecho puede haberlo desmayado, lo que permitió inmovilizar el cuerpo con precintos.
La mañana del 3 de julio, Teresa García, la madre de Gutiérrez, no lograba dar con su hijo. No le respondía sus mensajes desde la tarde anterior. Cerca de las 14, fue hasta el chalet de 260 metros cuadrados, color beige, en la calle Santiago Perkic, en la zona de Chacras. Gutiérrez se había mudado dos días antes. La camioneta estaba en la puerta. No pudo entrar, necesitó un cerrajero. Adentro, solo encontró a Morito, el perro que dejó señales de estar encerrado.
La madre sabía que su hijo jamás descuidaría a su perro. Ya había preguntado a los amigos de su hijo. Nadie sabía nada. Desde Buenos Aires, un íntimo de Fabián, geolocalizó el iPhone y le pasó los datos a la mujer. Minutos después, cercanos de la familia, dieron con el ipohne que aún estaba encendido, debajo de una piedra en la calle Reymundo Freile y Piedra Buena. En ese momento llamó a la policía e hizo el pedido de paradero.
Si bien no está determinada aún la hora de la muerte, se estima que el crimen brutal fue en la madrugada del 4 de julio, perpetrado por personas que lo conocían. Lo mataron en esa casa. Tras la denuncia, el juez Carlos Narvarte dispuso las primeras pericias en la casa, encontraron precintos y rastros de sangre, en la pileta de la cocina y del baño. El final anunciado se materializó después de flotar durante horas la frase del juez durante la medianoche: "Estamos buscando el cuerpo".
Los autores intentaron borrar los rastros, pero dejaron pistas y marcas en la casa, en la camioneta en la que transportaron el cuerpo y en la ciudad. Tantas, que levantan suspicacias. Algunas se encontraron y se incorporaron en la causa. Esa misma noche, a partir del cruce de datos de los teléfonos, la Justicia dispuso la detención de Facundo y Agustín Zaeta, Pedro Monzón y Facundo Gómez. Serían los últimos que habían estado en contacto con Gutiérrez.
El cuerpo estaba a 27 cuadras. Uno de los tres detenidos prestó declaración indagatoria el mismo sábado, indicó la casa. El juez y la fiscal Natalia Mercado, junto a la policía, entraron a una cabaña amarilla. Lo buscaron en el baño. No estaba. Se encontraron con un invernadero de plantas de marihuana, pero urgía llegar al cadáver. Ya sabían que estaba muerto. Minutos después, un policía parte del operativo, mientras recorría el predio, dio con la tierra removida y el cuerpo. La carpa azul de criminalística se trasladó hasta el lugar. Allí yacía, muerto y desfigurado, el cadáver del exsecretario presidencial, envuelto en una alfombra.
Esa misma tarde, cuando aún no se había retirado el cuerpo, un camión de basura del municipio, cumpliendo su rutina, recogió las bolsas del cesto de residuos ubicado en la cabaña. La policía custodiaba el lugar. Nadie lo impidió. No se sabrá si allí había pruebas valiosas para la causa. Una hora después retirarían del lugar el cuerpo de Gutiérrez. La cabaña, vacía, no cuenta hoy con custodia policial.
De los tres jóvenes indagados: Monzón fue el primero en prestar indagatoria. También lo hizo Agustin Zaeta, quien se desligó de haber estado esa noche, aunque reconoció que vio ropa del hermano sobre la cama y atinó a escapar cuando lo detuvo la policía. Facundo Zaeta y Facundo Gómez no prestaron declaración indagatoria aún. Ambos eran amigos desde hace años. El Calafate mira azorado el futuro de todos ellos.