Los calendarios escolares de nueve provincias prevén menos de 180 días de clase, pese a que la ley exige ese mínimo desde 2003, en el caso de Santa Cruz pasa el mínimo por 1 día, ya que tiene previsto 181 días de clases, así lo concluye un informe elaborado por el Observatorio Argentinos por la Educación y con autoría de Gustavo Iaies, director de la escuela de Gestión Educativa de ESEADE. El informe analiza los días de clase programados oficialmente por los ministerios provinciales, no su cumplimiento efectivo.
Según el informe, en nueve provincias argentinas, el calendario escolar prevé menos días de clases que lo exigido por ley, esto será el caso de las escuelas primarias de Catamarca (175 días), San Luis (177), Santiago del Estero (178), Misiones (178), Formosa (178), San Juan (179), La Rioja (179), Entre Ríos (179) y Corrientes (179).
Las cifras evidencian que nueve provincias no garantizan 180 días de clase desde la planificación misma, independientemente de los días que luego se puedan perder por diferentes causas (problemas edilicios, paros docentes, factores climáticos, etcétera). La propia definición de los calendarios escolares jurisdiccionales incumple la Ley 25.864, que desde 2003 establece un ciclo lectivo anual de al menos 180 días efectivos de clase para el nivel primario.
En el otro extremo, Neuquén (189 días) es la provincia que prevé más días de clase, seguida de Chubut (185), Buenos Aires (184), Chaco (184), Ciudad de Buenos Aires (184), Mendoza (184), Río Negro (184), Santa Fe (184) y Tierra el Fuego (184). Jujuy (182), La Pampa (182), Salta (182), Tucumán (182), Córdoba (181) y Santa Cruz (181).
Las cifras surgen de contabilizar la cantidad de días de clase previstos de acuerdo al inicio y finalización del ciclo lectivo en cada provincia. De este total se restaron los feriados nacionales (incluyendo los feriados puente), los feriados provinciales, el receso invernal, y el Día del Maestro.
Guillermina Tiramonti, investigadora de FLACSO, señala: “Que la escuela pueda brindar regularidad y previsibilidad en su calendario no solo impacta positivamente en la tarea estrictamente pedagógica y por tanto en la organización de los aprendizajes de los alumnos, sino que además, socializa al alumno en un ambiente institucional donde prima un ritmo de trabajo continuo y sin interrupciones”. Más allá de la cantidad de días de clase, Tiramonti subraya que es fundamental “el uso que se haga de ese tiempo y la riqueza de los aprendizajes de los alumnos”.
Es probable que en muchas escuelas haya incluso menos días de clase, ya que estas cifras no contemplan las jornadas institucionales o de planificación, del Programa Nacional de Formación Docente Situada, ni el día que se destinará al Censo 2020, ni el Día del Empleado Público (que en algunas provincias implica suspensión de clases), ni otras festividades locales (por ejemplo, aniversarios municipales). El informe incluye información respecto a las jornadas institucionales previstas para distintas provincias. En muchos casos, estas jornadas pueden representar todavía menos días de clase. Sin embargo, la incidencia de las jornadas en los días de clase es difícil de determinar dado que la situación varía entre provincias e incluso al interior de ellas. Hay casos en los que las jornadas implican pérdida de clases y otros en los que no.
Gustavo Iaies, autor del informe, plantea que es responsabilidad del Estado “buscar soluciones para cumplir sus propias normas: planificar días de recuperación de clases en el calendario escolar, plantear nuevas estrategias y mecanismos para que los estudiantes puedan continuar efectivamente su camino de aprendizaje fuera de la escuela, o generar espacios de trabajo institucional y capacitación docente sin minar el cumplimiento de los 180 días efectivos de clase”.
Al respecto, María Cristina Gómez, directora de la Red de Educadores Innovadores, afirma: “Resolver este tema implica pensar en soluciones que flexibilicen la tarea docente y abran espacios a la creatividad y al liderazgo. Con escuelas e instituciones que ofrezcan alternativas para recuperar los días perdidos, y redoblando la apuesta con directivos que se animen a diagramar sus propios calendarios, en función de las contingencias que siempre surgen a lo largo del año escolar. Escuelas y maestros que pongan en el centro de la escena al niño: el único protagonista, que no tiene voz para reclamar por las horas y días perdidos”.