EL CALAFATE.- El corredor ultratrail o de montaña, Rafael Lim, corrió los 80 kms de la sexta edición del Ultra Paine. Una carrera a través de la montaña en medio de paisajes increíbles, que desafía a los corredores a un esfuerzo extremo por las exigencias físicas y por las condiciones extremas de clima.

Lim, es  corredor ultratrail o de montaña, dice que es allí donde encuentra la mejor versión de si mismo, y tiene en su haber varias epopeyas. Hace dos años corrió 120 km para transmitir su mensaje al mundo: que no construyan las represas sobre el río Santa Cruz, y por eso decidió unir con su trote el glaciar Perito Moreno con el nacimiento del río.

Lim corre pese a que hace casi 17 años  un accidente de tránsito lo dejó postrado y en coma durante varios días. De la silla de ruedas pasó a correr entre las montañas. También fue protagonista de un mini documental que se transmitió por la tv pública. En sus redes sociales compartió el pasa a paso por su travesía en las montañas. A continuación su relato:

Ultra Paine 80K 2019

Por: Rafael Lim 

Después de algunas horas de sueño, sonó el teléfono avisando el horario de despierte. Este año, interpatagonia.com me apoyó con las noches de un hotel muy próximo al centro de la ciudad. Ya que a las 04.00 AM, debía estar en la Plaza de Armas de Pto. Natales para tomar el bus que nos llevaría a Cerro Castillo. Dentro del bus, éramos unos 30 corredores los que íbamos a desafiar los 80K en la 6ta edición de Ultra Paine.

Como ocurre siempre, el tiempo pasa volando. Llegamos a la villa en poco más de una hora. Una vez abajo del bus nos guiaron dentro del gimnasio de una escuela. Ahí realicé el chequeo del dorsal, dejé un bolso, tomé un poco de café, comí unas galletitas y cargué mis bidones con agua e isotónica. También hice algunas fotos de rigor para la organización y me encontré con algunos amigos que hacía tiempo no veía. Minutos después nos ubicamos debajo de la partida para la clásica cuenta regresiva.

Eran las 06.00 AM, cuando comenzamos a correr con dirección oeste. Los primeros kilómetros fueron en asfalto para poder salir de la villa e internarnos en un campo privado. Seguimos una huella de vehículo durante varios kilómetros hasta el primer ascenso.

Los primeros 10 kilómetros fueron rápidos y a oscuras. Fue a esa altura de la carrera que conocí a Luis González, de Monterrey, México, con quien compartiría más de 70 kilómetros, y 3.000m de desnivel. En uno de los ascensos le grité con acento mexicano porque había tomado un sendero erróneo. De ahí en adelante seguimos juntos al mismo paso. Aprovechamos la luz de día para avanzar siguiendo las marcas que nos dirigían hacía Villa Serrano.

Por momentos los kilómetros se hacían fríos por el agua que brotaba del suelo, y por otros pesados por los tramos de barro (prácticamente toda la carrera fue con los pies mojados)

Transitar la ruta del mismo circuito del año pasado, me hizo recordar un año para el olvido; 2018 con 2 ultras y 2 DNF (Did Not Finish/Carrera no terminada - ULTRA FIORD 100M/ULTRA PAINE 80K).
Pero a su vez, también me ayudó para ubicarme y evitar la incertidumbre de lo que venía.

Ya habiendo pasado los primeros 20 kilómetros, venía el ascenso más fuerte de estos 80 kilómetros. Ascenso que hicimos junto a Luis sin parar. No se si fue por miedo a volver a repetir la descalificación de 2018, o si realmente estaba en estado físico como para seguir apretando y tirando de Luis.
Una cosa es segura, el descenso fue uno de los más rápidos que hice en una ultra. El reloj me marcó en un tramo un paso de 3´45". Algo impensado para mi.

Me había prometido (y había prometido) que iba a volver a casa con la décimo cuarta "aventura" colgada en el cuello.

A partir de este año que uso mi reloj Suunto (GPS), el cual me sirvió como guía en mis entrenos, y me hizo saber en qué punto de la ultra me encontraba (al igual que en USHUAIA UTMB). Definitivamente, el mejor regalo que me hizo Marce (después de Tomás y Pabli).

Ya se lo había comentado a Tito (Nazar, uno de los grandes amigos que me dio la montaña), a quien le había comentado de mis angustias por sólo correr viendo marcas sin saber en qué kilometraje estaba de las carreras.

Tito, fue quien me enseñó y me explicó sobre mi nutrición y alimentación en carrera. Algo que recordé durante las 15hs, ya que fue la ultra en la que más geles consumí (10); más que todas las que consumí (sumadas) en las 13 ultras anteriores.

Es por eso que le agradecí por enseñarme a ser mejor corredor.
Ya promediando la ultra, el cansancio en las piernas hacía que el paso se hiciera un poco más lento. Y el barro, junto a la arena hacían que las piernas "quemaran".

Pero sabía que había que sostener el paso para poder llegar con tiempo al punto de corte. En el 1er "dropbag"(kilómetro 46 de carrera, y punto en el que iba a recibir mi bolso de asistencia), recibí las porciones de pizza que había dejado la noche anterior, una redbull, junto a un paquete de gomitas y más geles (ya había tomado 5). El paso por este punto fue rápido.

La parada más larga la hicimos en el kilómetro 57 de carrera. Donde comí 3 platos de sopa con carne y verduras (un lujo). Ahí estábamos a 23 kilómetros del punto de corte y a poco más de 4hs del horario de corte.
Pero comer comida caliente y recuperar energía, fue vital para seguir con un paso ligero que nos llevó a poder cruzar el corte con 1 hora de ventaja. Eso si, una vez que pasamos este punto, me sentí agotadísimo por haber corrido tan fuerte y haberme presionado a mi mismo por el recuerdo del año pasado.

Había castigado las piernas durante 68 kilómetros de montaña, y todavía faltaban 14 kilómetros más.

Seguimos tirando junto a Luis, hasta que oscureció, y faltando 2 o 3 kilómetros me tropecé y caí. Fue en ese momento que me alcanzó Elías, de la organización, y quien estaba en el punto de corte; él estaba encargado de ir cerrando y viendo que nada ni nadie quedara en la montaña. Luis estaba mejor y continuó al paso que llevábamos. Yo seguí junto a Elías los últimos kilómetros.

Todas las ultras que corrí tienen anécdotas. Ésta, no es la excepción. Fue en la que usé lo que me enseñaron y aprendí. Fue en la que volví a sentir que si me lo propongo, y trabajo duro para conseguirlo, puedo lograrlo a pesar de los miedos.

Porque, repito, no corro para salir primero (no puedo), ni siquiera es por la medalla. Realmente siento que es sólo para no dejar de intentarlo. Porque cuando estoy cansado en la montaña, es cuando me hablo y me encuentro a mi mismo.

"Porque ni el más optimista en la Navidad de 2002, hubiese imaginado que ese joven en terapia intensiva en un coma 3, algún día correría en las montañas".

Crédito: Facebook Rafael Lim