*Por Mónica Musci
Las leyes son apuestas al futuro. Fruto de algún consenso de mayorías son regulaciones de la vida de los ciudadanos que intentan mejorar un estado de cosas y solucionar algo que no está funcionando bien o que la sociedad quiere que funcione mejor. Me voy a referir a la ley de lemas y en especial al artículo que algunos diputados llamaron ‘de igualdad de género’ (Art. 9 de la Ley 2952) que fue sancionado el año pasado después de una sesión de comisión ampliada a la que fuimos convocados los partidos políticos que teníamos representación en la Cámara de Diputados.
El artículo en cuestión modificó la ley de lemas estableciendo la obligación de presentar listas de candidatos/as para cargos legislativos con igual número de mujeres que de hombres, en lugares expectantes.
Quiero apelar a la honestidad intelectual de los legisladores que lo votaron para revisar los resultados de esta modificación. Me parece que lo que correspondería ahora, una vez que ya sabemos cómo quedó conformada nuestra próxima cámara de diputados, es que ellos y también los grupos que la impulsaron y los y las periodistas que la apoyaron, admitan que esa modificación a la ley no sirvió de nada.
La composición de la próxima legislatura es, en lo que respecta a la paridad de género, peor que antes: 21 hombres y 3 mujeres, 12.5% de mujeres integrarán la próxima cámara de diputados, no llegaremos ni siquiera al piso del cupo del 30 % que se consagró en el país hace 21 años, y estaremos peor que en los últimos dos períodos legislativos.
Quiero recordar aquí que nuestra diputada, Gabriela Mestelán, votó en contra de la modificación argumentando que mientras rija en Santa Cruz la Ley de lemas no podemos garantizar la paridad de género en la cámara de diputados. El camino más adecuado para encaminarnos a la equidad es derogarla.
Es bastante conocida la frase del primer ministro canadiense, Justin Trudeau, cuando le preguntaron por qué su gabinete de gobierno tenía tantas mujeres. Trudeau contestó “porque estamos en el siglo XXI”. Me pregunto si los santacruceños estamos viviendo todavía en un siglo anterior.
Se me contestará que tenemos una gobernadora. Es verdad. Santa Cruz es una de las 4 provincias (del total de 24) gobernada por una mujer. Sin embargo, mi cuestionamiento va dirigido al modo en que proyectamos la composición de los organismos colegiados, a las herramientas con que las leyes pueden regular la práctica política si estamos de acuerdo en que es deseable y es mejor para todos, que tengamos más mujeres en la legislatura.
¿Lo es? ¿Realmente todos creemos eso?
He leído en estos días algunos comentarios que atribuyen el magro porcentaje femenino en la legislatura a la falta de generosidad de los partidos políticos. Este punto de vista ignora lo que la historia demuestra: ningún grupo social resigna privilegios si se le ofrece un camino para evitarlo. Y eso hace la ley de lemas. Exige que las listas de candidatos/as exhiban paridad, pero la realidad demuestra que sólo ingresa a la legislatura la cabeza de lista (en el mejor de los casos, los dos primeros) por dos causas diferentes: en el caso de diputados por distrito, por la dispersión que origina la ley de lemas.
En el caso de los diputados por municipio, porque sólo ingresa uno por pueblo. Se argumenta que si los partidos políticos apostaran a la paridad propondrían algunas listas encabezadas por mujeres (¿cuántas? ¿cuáles? ¿Una sí, otra no?).
El pedido desconoce el hecho de que pedirle tal cosa a esas fracciones de los partidos políticos que son los sublemas, no es pedirle igualdad sino cesión de derechos. Todos los que ocupan algún lugar en las (numerosas) boletas sábana que se ofrecen en Santa Cruz saben que es altamente probable que sólo ingrese el primero de la lista.
Entonces… les pedimos a los hombres no que compartan sus privilegios sino que los cedan y esperamos que generosamente lo hagan. Eso es no conocer cómo funcionan los cambios sociales y culturales. ¿Por qué los hombres harían eso? ¿Por qué los partidos políticos, organizaciones sociales bastante conservadoras, que según los analistas políticos están en crisis en la Argentina, desafiarían espontáneamente el status quo que dictamina que la cosa pública es masculina?
De hecho, no lo hizo el oficialismo, que pregonó su “sensibilidad y perspectiva de género” el año pasado cuando incluyó en la ley el artículo al que llamó ‘igualdad de género’ (igualdad … en las listas, para ser más precisa). Los seis sublemas cuyos candidatos ingresaron como diputados por distrito en la legislatura provincial estaban encabezados por hombres. Los 14 diputados por municipio electos son hombres. Todos cumplieron la ley vigente.
La cuestión no es fácil por la composición de la cámara santacruceña: 10 diputados que se eligen en base a la proporcionalidad de votos por sistema D’Hondt y 14 diputados que se eligen con la lógica de los cargos ejecutivos, es decir sólo uno por la mayoría. Esta configuración hace que sea difícil impulsar medidas que favorezcan la llegada de más mujeres a la legislatura. Sin embargo, como sociedad, no podemos renunciar a que las leyes mejoren la equidad y la representación.
Hay que tener voluntad y decisión política para hacer los cambios necesarios, nosotros creemos que el primero es derogar la Ley de lemas.
Cuando en 1884 se sancionó la Ley 1420, de educación laica, gratuita y obligatoria, el Estado se propuso como objetivo que todos los niños en edad escolar debían ir a la escuela. Para eso, no sólo convocó a los padres a reflexionar sobre las ventajas de que sus hijos aprendieran a leer y escribir, sino que los obligó a hacerlo.
Décadas después, los argentinos pudimos reconocer que la Ley había tenido éxito al proponer una visión de futuro y acertar en la estrategia para cumplirla. Para ello puso en marcha diversos dispositivos, algunos coercitivos, para que las familias cumplieran la obligación de mandar a sus hijos a la escuela.
Las leyes tienen que servir para regular las prácticas sociales y hacerlo de la mejor manera para lograr determinados objetivos. Pregonar que la ley servirá para acercarnos a la equidad en la representación de hombres y mujeres en la legislatura y cuando no resulta, culpar a los actores que, como señalamos, cumplieron la ley (todos los sublemas exhibían paridad de género en las listas, de otra manera no hubieran sido oficializadas) es negarse a admitir lo que es evidente: la Ley de lemas es un obstáculo claro para concretar la equidad de la representación institucional femenina en los organismos legislativos de Santa Cruz.
Es antipático decir ‘te lo dije’ y confieso que me gustaría haberme equivocado, pero la proporción es clara: 21 a 3.
*La autora es Secretaria General de Encuentro Ciudadano