Por Sebastián Tresguerres
Se vienen épocas de repliegue opositor en Santa Cruz y ya es hora de que en las filas de los perdidosos alguien se ponga a pensar si la falencia política de la oposición no ha sido, siempre, la falta de capacidad y de ganas de salirse de las propias zonas de confort.
Es necesario que recordemos qué significa salirse de la propia zona de confort: implica adentrarse en el reino de lo que a uno lo incomoda.
Voy a dar ejemplos concretos. (Antes, aclaro que utilizo el término "republicanista" para referirme a los fanáticos del concepto de "República", en el sentido en que lo suele utilizar Carrió).
Para Encuentro Ciudadano, salirse de la zona de confort sería intentar dejar atrás el positivismo moral extremo, lo absoluto.
A los republicanistas acérrimos (también entran aquí la mayoría del CC-ARI y gran parte de los radicales) el guiarse a rajatabla por un sistema institucional de leyes y reglamentos los alivia de tener que tomar decisiones difíciles donde hay que sopesar valores y resultados, los lleva a la zona de confort de un sistema binario, que es menos líquido que el sistema más difuso de la vida desplegada en toda su potencia y diversidad. Todo se reduce a dos estados: estar dentro o fuera de la ley.
La cuestión es ¿y qué pasa cuando una ley es obsoleta o mala? ¿Y cuando una ley funciona bien para las grandes cosas pero no para las pequeñas? ¿Y si aplicar correctamente la ley implica que a la larga una empresa deba cerrar y dejar en la calle a sus empleados?
Estoy seguro de que al dirigente promedio de Encuentro Ciudadano (y partidos de ideología similar) le costaría muchísimo afirmar que robar un millón de pesos es más grave que robar mil o cien. Te van a contestar: "lo que está mal es robar, sea la cantidad que sea". Son dos estados: estar fuera de la ley o estar dentro de la ley, no robar o robar (ya sea un peso o un millón de pesos).
Pero la cosa no termina ahí. Los republicanistas acérrimos además se agregan constricciones de “moralidad política” que son demasiado amplias e imprácticas, que no dejan ningún lugar a la astucia. Por ejemplo, cuando los peronistas realizan ingenierías políticas que están absolutamente dentro del marco de la ley, los republicanistas se indignan a más no poder, porque a ellos no se les ocurriría realizar ingenierías políticas ya que las ven como inmorales.
A lo que voy con todo esto, es que mantenerse dentro de todo ese sistema de restricciones y constricciones no es para ellos salirse de su zona de confort sino todo lo contrario: es mantenerse a rajatabla dentro de ella. Esa es su zona de confort. Salirse de la zona de confort sería, en este ejemplo, para ellos, aceptar que las maniobras políticas (incluyendo las electorales) son parte de las reglas de juego de los ganadores, y animarse a utilizar esas herramientas.
Vayamos ahora a la izquierda. Para la izquierda, salirse de la zona de confort sería modernizarse y contextualizarse. Lo dejo ahí sin entrar en detalles.
Y ahora vayamos al radicalismo, a la UCR.
Salirse de la zona de confort para los radicales santacruceños, sería, por ejemplo:
1) Decidirse a echar a tiempo a los traidores.
2) Aprender a poner más energías en las luchas externas que en las internas.
3) Advertir que el horizontalismo cuando es extremo deriva en anarquía interna y en un desprecio del concepto de conducción política (que en cambio es un valor clave para el peronismo), que luego tiene sus consecuencias.
4) Dedicarse más a entender a la gente y no a que la gente tenga que entender al radicalismo. Hoy en día, que un partido sea “centenario” es más un defecto que una virtud, y también hay que entender eso.
Es increíble que luego de las últimas elecciones a gobernador, el perdedor máximo del radicalismo haya sido Costa y uno de los ganadores máximos haya sido Evaristo Ruiz (que fue electo legislador provincial).
Te guste la figura de Costa o no, es un hecho que invirtió gran cantidad de energías y tiempo y gastó fortunas no sólo en él mismo sino en apuntalar políticamente a cantidad de terceras personas (desde ayudarlos en sus gastos de campañas hasta pagar alquileres de locales no sólo en época electoral), además de sufrir un fuerte desgaste personal y soportar agravios y ataques de todo tipo y por doquier durante años derivados de ser el principal opositor al gobierno en la provincia, y terminó perdiendo estrepitosamente y vaya a saber si para siempre; en cambio Evaristo Ruiz, radical que se cansó de traicionar a los suyos, y no a cambio de aportar genialidad política sino más bien todo lo contrario, terminó lo más choto sentado en la legislatura provincial.
Salirse de la zona de confort, para el radicalismo, sería terminar con este tipo de cosas.
Si la oposición política en Santa Cruz no aprende a salirse de una vez por todas de sus zonas de confort, nunca va a ser competitiva.
Para finalizar, diré que incluso Costa cometió el error de terminar anclándose en una especie de zona de confort político al mantener durante mucho tiempo las mismas estrategias y las mismas mesas chicas sin escuchar otredades, que pudieron servirle para crecer en los años iniciales, pero las realidades van mutando con el tiempo y por eso deberían ir mutando también las fórmulas de éxito.
Así fue como el estilo Obama (del que se han copiado tanto Macri como Costa) ha terminado dejando paso al estilo Trump, mucho más peronista, sin que muchos lo advirtieran, salvo cuando ya era (ya es) demasiado tarde.