* Por Adrián Camerano

1. En estos diez años que lleva desaparecida, a Sofía Herrera la situaron en Carlos Paz, Canadá, Catamarca, Chubut, Arica, Formosa, El Calafate, Puerto Porvenir, San Luis, México, Tres Arroyos, Los Antiguos, Villa La Angostura, Brasil, Trenque Lauquen, Las Heras, Benavídez, Bolivia, Cura Brochero, San Juan, Río Gallegos, Concordia y Rosario. Filmada en La Pampa, o enterrada bajo la parrilla de su casa de Río Grande, Tierra del Fuego.

En estos diez años que lleva desaparecida, a Sofía Herrera la buscan sin descanso sus padres, tal como antes lo hicieron bomberos, scouts, baquianos, voluntarios, perros adiestrados, Defensa Civil, la Policía de Investigaciones de Chile, Interpol, el FBI, Gendarmería, Prefectura, la Federal, la Armada, Policías provinciales y el Equipo Argentino de Antropología Forense. A pie, en auto, a caballo, con perros, en vehículos 4x4, avionetas y helicópteros.

En estos diez años que lleva desaparecida, del caso de Sofía Herrera se ocupan o se ocuparon la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner, cuatro ex ministros, Ricardo Darín, la Red Solidaria, Missing Children, Madres del Dolor, el Registro Nacional de Información de Personas Menores Extraviadas, el ex vicepresidente Julio Cobos, la ex gobernadora Fabiana Ríos, Dalma Maradona y varias Secretarías de Derechos Humanos de todo el país.

En estos diez años que lleva desaparecida, para encontrar a Sofía Herrera habilitaron un 0-800, perfiles de Facebook y una web; imprimieron decenas de miles de afiches, carteles y volantes, rastrearon fotos satelitales, dibujaron tres actualizaciones de rostro y grabaron spots televisivos. También ofrecieron recompensas, y en su ciudad  miles de vecinos salieron a la calle exigiendo su aparición.

En estos diez años que lleva desaparecida, buscando a Sofía Herrera se rastrillaron en vehículos 101.000 kilómetros lineales, 625 millas fluviales, y 2900 kilómetros lineales de a pie y a caballo, lo que suma algo así como dos vueltas y media completas al mundo. Pese a ello, en 2011 una encuesta arrojó que el 32,1% de los fueguinos “cree que se ha hecho poco”.

En estos diez años que lleva desaparecida, el expediente judicial por Sofía Herrera engordó hasta los 18 cuerpos y más de 20 mil fojas, donde constan el análisis de 50 mil llamadas, el chequeo de 69 mil vehículos, excavaciones, tres reconstrucciones y unos 50 allanamientos, con media docena de detenidos. Entre ellos, el papá de la nena.

En estos diez años que ella lleva desaparecida, y aunque todas las líneas investigativas fueron una a una descartadas, los padres están convencidos de que a la nena la robaron, y esperan un llamado, un mensaje de texto, un posteo en Facebook que les confirme lo que ellos creen desde el primer día: que Sofía está viva.

2. Cuando levantó la vista, María Elena Delgado vio a su hija caminando con Fabián y, distendida, siguió charlando naderías con su amiga Noemí “Paloma” Ramírez. Ese domingo 28 de septiembre de 2008 las dos familias ingresaron al camping John Goodall pasadas las 11, pagaron 15 pesos al cuidador y estacionaron cerca del alambrado, pegado a la ruta 3. Las mujeres se quedaron conversando en el auto, mientras los varones (Fabián Herrera y Silvio Giménez) salieron a buscar leña y un lugar donde hacer fuego y acampar. Los siguieron cuatro niños: Sofía Herrera (3 años y 8 meses), Edgar Giménez (9), su hermana Shirley (2) y Néstor Ramírez (6), hermano de “Paloma”.

A los diez minutos Fabián vuelve y dispara la pregunta fatal, que a Elena todavía le resuena en los tímpanos:

—¿La Sofi está con vos?

Sorprendida, responde. —No. Viste que se fue con vos. ¿Dónde está?

Fabián admite que la perdió de vista y que pensó que había regresado con Elena, al auto. La mamá está desesperada. Todos salen a rastrillar el camping, se rompen las gargantas llamando a la nena, buscan hasta debajo de las piedras.

Lo único que se escucha es el silbido del viento: el lugar está desierto.

3. A media tarde ya se había corrido la voz y eran 300 las personas que recorrían el predio y las cercanías, a pie y a caballo, en cuatriciclos y avionetas, buscando todos a una nena perdida. Ese día nadie lo alertó, pero es muy probable que, al rastrillar el camping, tantas pisadas hayan borrado pruebas. “En el momento de oro de la investigación, ni bien sucedió el hecho, en vez de cercarse la zona para resguardar evidencias, se la abrió a cientos de personas” insiste Francisco Ibarra, el abogado de los Herrera.

El camping es un rectángulo casi perfecto de 15 hectáreas pertenecientes a la Estancia Viamonte. Comodidades no hay, pero sí vistas panorámicas y el típico bosque fueguino de lengas y ñires, donde muere la estepa y nacen las primeras ondulaciones de la cordillera más austral del mundo. La vegetación no es tupida, y el suelo tiene sectores planos que los acampantes utilizan para jugar fútbol.

Nadie entiende cómo Sofía se perdió en un lugar con esas características, de acceso restringido y con todo el perímetro -1.668 metros- cercado con un alambre de un metro de altura y seis hilos, el primero de púas, que la nena no podría haber traspasado sola.

Mientras las luces del día se desvanecían, se esfumaba también la posibilidad de un simple extravío. A la noche se alertó a las fronteras y así se oficializó que Sofía Herrera estaba perdida, o había sido robada en una isla poco poblada y los estándares de seguridad más altos de todo el país.

4. Desde su creación en 2003, al Registro Nacional de Información de Personas Menores Extraviadas ingresaron unas 40.000 notificaciones de extravío de niños. De ellas, 6.047 fueron en 2014, cuando la dependencia se relanzó y sus acciones tuvieron más difusión. Sus objetivos son dos: centralizar la información y accionar mecanismos estatales para hallar a esos pibes perdidos.

La ONG Missing Children maneja otros datos: apunta 10.640 chicos extraviados en el país, 111 aún no encontrados. Sí coincide con el Registro en que la mayor cantidad de casos se da la ciudad de Buenos Aires y el Conurbano. Si bien en los pueblos del interior hay menos extravíos, también es cierto que allí el panorama se complica, por la inexistencia de un protocolo de búsqueda, o lo desacostumbrado de situaciones de este tipo.

Exactamente eso fue lo que pasó cuando desapareció Sofía Herrera.

5. Ese lunes 29 de septiembre, el juez de instrucción Eduardo López tomó testimoniales a los padres, y a Silvio, Noemí, Urrutia, Edgar y Néstor. Ante especialistas, el chico de seis dijo que con la nena se apartaron del grupo que buscaba leña y llegaron cerca de la ruta, pegado al alambrado. En ese lugar -declaró- un hombre flaco, alto y de pelo largo alzó a Sofía, le tapó la boca y se la llevó. Bajo la supervisión de psicólogos forenses, Ramírez dibujó a la niña junto a un hombre y declaró que el extraño la subió a un Volkswagen Gol gris oscuro y de tres puertas. Según el relato, antes de fugarse el raptor sentó a la nena en el asiento posterior del auto, al lado de un perro raza bóxer, de pecho blanco.

La versión se extendió por toda la ciudad, y en esa semana posterior a la desaparición, una avalancha de controles vehiculares inundó el territorio provincial. La investigación arrojó que en 19 hogares fueguinos coexistían autos Gol gris y perros bóxer, pero fue vana la treintena de allanamientos realizada en las tres ciudades de la isla. La tarea policial y judicial era intensa, pero no daba respuestas, y bajo el manto del secreto de sumario se cobijaban hipótesis de todo tipo. Mientras, a la investigación la guiaban por los dichos de un nene de seis años, que se revelarían falsos, y por datos certeros que nunca aparecieron se ofrecían más de 15 mil dólares de recompensa.

Con ese panorama, el pueblo de Río Grande decidió sacar el reclamo a la calle.

6. A esa altura, la desaparición de Sofía ya era noticia nacional. Ese martes 30 de septiembre se realizó la primera y más masiva marcha, que comenzó en el exagerado Cristo erecto sobre la ruta 3 y culminó en la céntrica esquina de San Martín y Belgrano. Durante el recorrido -unas 45 cuadras- centenas de vecinos se fueron sumando, y cuando la columna llegó adonde se cruzan los dos próceres argentinos, ya eran miles los que exigían respuestas.

Durante todo ese octubre hubo infinidad de reclamos: marchas, concentraciones y cacerolazos; también volanteadas, y una búsqueda casa por casa que la familia realizó por cuenta propia. El domingo 5, en la primera caravana al camping John Goodall, se escucharon fortísimas críticas al Poder Judicial, la Policía y el Gobierno fueguinos. Pero lo que partió aguas en la opinión pública fue un artículo del diario Clarín, titulado “A una semana de la desaparición de Sofía, no descartan un ajuste de cuentas”. El periódico más importante del país publicó que “las hipótesis siguen siendo múltiples y abarcan desde el secuestro extorsivo al robo de menores, pasando por un ataque sexual y el tráfico de órganos hasta un "ajuste de cuentas". En parte de la nota y sin identificar fuente, afirma también que la desaparición se enmarcaría en una supuesta deuda de juego del padre, Fabián Herrera.

El juzgado no desautorizó la versión, y el papá de la nena tuvo que salir a defenderse de propios y extraños. “Es una barbaridad, somos una familia normal, no le hemos hecho daño a nadie y no tenemos problemas con nadie" aseguró, y redobló el pedido de colaboración. Pero el efecto de la nota fue demoledor, y de las marchas multitudinarias se pasó, sin escalas, a concentraciones mínimas, de no más de 50 personas pidiendo por la aparición de la nena.

Aunque semanas más tarde los Herrera fueron oficialmente desestimados como posibles autores de la desaparición, nunca más el pueblo de Río Grande saldría masivamente a la calle por Sofía.

En la provincia más austral del planeta, el frío había ganado los corazones.

7. Descartadas la pista del Gol y las sospechas sobre un grupo que ese día acampaba a dos kilómetros –aunque el rostro de uno de ellos, Román Tolaba, coincidía en un 65% con el identikit del supuesto raptor- el juez López se convenció de que el cuidador Urrutia le había hecho algo malo a la nena. El magistrado es un hombre de unos 50 años, bajo y de gesto cansino, que en los días posteriores al hecho se definiría como “un juez de provincia”. Sabía López que el caso era difícil –“Yo les dije a papás, esta es una batalla para la que hay que prepararse, porque puede ser larga”, dijo- pero de seguro no se imaginaba la repercusión que alcanzaría el tema. No era fácil convivir con tanta presión, y tampoco ayudaban los meses sin resultados concretos. Cuando la causa cumplía un año, el juez dio un golpe de efecto, y el mismo día detuvo a Fabián Herrera y al cuidador del camping. Al papá de Sofía le achacó “entorpecer la investigación”, a Urrutia directamente lo hizo responsable de la sustracción de la menor.

Días después, cuando lo procesó, el magistrado destacó que ese día, sospechosamente Urrutia se había anotado en la mano la hora de ingreso de los dos autos, y resaltó que algunos testimonios habían situado a la nena cerca de su casilla. También subrayó que el cuidador “vive en una llamativa soledad”, padece “desajustes en su personalidad” y “rasgos psicopáticos”, y no muestra angustia o culpa. “Nunca tuvo novia o pareja, únicamente tuvo sexo por dinero”, consigna, y afirma que en la indagatoria el jubilado “se reía y tartamudeaba”.

Pero fue un blef, la pauta de la falta de rumbo de la investigación: en abril de 2010, tras unos pocos meses de prisión domiciliaria, Urrutia fue definitivamente sobreseído.

Para su abogado Diego Jure, este jubilado nacido en 1935 en Estación Sosa, departamento Paraná, “era el perejil de la causa”.

8. La historia de Sofía Herrera remite a la desaparición de la inglesa Madeleine McCann. En ambos casos las nenas estaban paseando con sus padres, que en un principio fueron sospechados; hubo pistas falsas, notas de prensa sin rigor, actualizaciones de rostros e identikits inútiles; faltan certezas judiciales, y sus padres han decidido investigar y buscar por cuenta propia.

En ambos casos han pasado varios años, pero nadie puede probar que Sofi y Maddie estén muertas.

9. Cada vez que regresa al John Goodall, María Elena sufre, se conmueve. El alma se le desgarra siempre que vuelve a esa porción de tierra bella y helada donde el drama nunca antes se había posado. Aunque pasaron años del hecho, esta vez no es la excepción: parada en el rebautizado Camping Norte, cerca de donde los perros marcaron por última vez el rastro de Sofía, junta fuerzas y responde, una a una, las preguntas de Santo Biasatti.

—Es muy difícil para nosotros revivir todo esto en el mismo lugar donde desapareció nuestra hija— suspira. A su lado, Fabián recuerda que aquel día “al camping lo caminamos para todos lados, hasta lo cuadriculamos, y nada”.

Cuando en el calendario asoma el 28 de septiembre, los medios de alcance nacional dan cuenta del aniversario y a veces mandan equipos periodísticos al lugar de los hechos. Donde el mojón marca el kilómetro 2893 de la ruta 3, Biasatti entrevista a los Herrera con su clásico gesto adusto, y Elena recuerda, aunque duela. “Llegamos acá, entramos y éramos los únicos en el camping –cuenta-. Sofía baja con su papá, eran cuatro nenes, van a buscar un lugar para el asado. Cuando volvieron, Sofía ya no venía en el grupo”.

Santo asiente, pregunta, recorre el predio con los Herrera. Tras el relato contado una y mil veces, Elena dispara una certeza; quizás, la única que tiene.

—No dejaremos de buscar a Sofi por todos los lugares que podamos—.

El informe televisivo del canal Todo Noticias sirve para que, al menos por unos minutos, el caso sea recordado por miles de argentinos. No es poco, pero tampoco mucho más que eso. La causa judicial va por otra vía, y aunque no se estancó del todo, tampoco mostró avances. Hubo allanamientos en otras provincias, llamados de una trastornada que decía que la nena estuvo en San Luis y fue sacada -vía Chile- a Canadá, fotos apócrifas circulando en la web, una “clarividente” que acusa a los padres, y una carta dejada en la panadería de Tolhuin, a 50 kilómetros del camping, donde se afirmaba que la nena “está con su nueva familia y es muy feliz”.

“Una vez, por ejemplo apareció un dominicano que decía ser vidente. Un chanta: a mi esposo y una amiga los hizo ir a Mendoza, los tuvo meses haciendo cosas, y no hizo nada. Dormía, nomás. De esos hubo varios” recuerda Elena en un hotel de Córdoba, una nueva escala en su búsqueda incesante.

El paso del tiempo y la falta de respuestas llevó a los Herrera a iniciar un periplo que, al interior del matrimonio, no distingue género. Elena hace prensa, viaja por el país, imprime y pega afiches. Solo o con un amigo, Fabián caminó Chile, Perú y Bolivia, durmió en la playa, pasó hambre y vivió de la caridad ajena. También acampó bajo la nieve en la Casa de Gobierno fueguina, en Ushuaia, y en 2009 estuvo un mes en la Plaza de Mayo, esperando que la Presidenta lo reciba. No se encadenó a la reja porque la Policía Federal se lo impidió y, enojado, aquella vez el ministro Aníbal Fernández lo mandó de vuelta a Tierra del Fuego. “Buscala allá, porque acá no la vas a encontrar”, se despachó el funcionario.

Pese a la descomunal búsqueda, no falta en Río Grande quien los acusa de buscar fama, hacer turismo, o aún peor: de estar directamente involucrados en la desaparición de la nena.

10. La habitación lleva una década detenida en el tiempo. La ropa que Elena planchó el sábado 27 de septiembre de 2008 quedó desde ese día apilada sobre la cómoda, y bajo la almohada todavía espera a su dueña un coqueto pijama de gatitos estampados. Donde Sofía dormía todavía lucen, impecables, los muebles de madera blanca laqueada; las cortinas amarillas cubren la entrada del sol por la amplia ventana y las paredes están pintadas de azul y un blanco prolijo. Sobre la camita aún tendida, un Oso Barney violeta –su favorito- comanda el pelotón de peluches, y un televisor grande domina la escena.

Aunque hace diez años que nada se sabe de ella, Elena habla de su hija en tiempo presente: cuenta que a la nena “le encantan los ñoquis con queso y crema”, y explica por qué su cuarto sigue tal como quedó aquel domingo que fueron al campo.

—Para que cuando ella aparezca, pueda recordar—.

11.

—Hija, te pido perdón por no encontrarte—.

Ante las cámaras de TN, Fabián Herrera se quiebra. “Jetón”, poco afecto a la autocrítica, este morocho cuarentón, de rostro curtido y ojos cansados en los últimos tiempos siente mucha impotencia. De seguro, él mismo se reprocha sus errores: ese mismo domingo 28 en el que la nena se perdió o fue robada cuando estaba con él; en sus declaraciones posteriores, donde abundan las contradicciones; y también antes, cuando –echa luz el expediente- “dejó de tener contacto con sus tres hijos en Córdoba y tampoco se interiorizó mucho del fallecimiento de su hijo nacido en la ciudad de Buenos Aires”.

12. La de los 28 de septiembre es una marcha que no debiera realizarse. Cada una de esas movilizaciones fue para los Herrera un estigma, una mochila que no pueden sacarse de encima; como si aún debieran defenderse de aquella nota de Clarín que los instaló como culpables. En la concentración realizada a siete años del hecho, ante el puñado de vecinos Fabián criticó que “en lugar de ayudarte, la gente te juzga”. Y rogó: “Ayúdennos. Alguien sabe algo, alguien se la llevó. Tengan piedad de nosotros”.

13. El 4 de octubre de 2015 la policía fueguina atrapó a una pareja que había robado a un nene de una pensión. Fue de casualidad, en un control vehicular a la salida del puente de Río Grande.

Deja vu: fue un domingo, fue al mediodía, fue en la semana en la que se cumplían siete años sin la nena. La misma edad que Sofía tenía la víctima.

Periodista